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Elecciones en España

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Por Gorka Castillo

Deslumbrado por las luces de cuarzo de un pelotón de cámaras y la sintonía del partido a todo volumen, Pedro Sánchez compareció al filo de la media noche como un triunfador (123 escaños y el 28,7% de los votos) que se ha fajado contra un fantasma de derechas que durante 15 días de campaña entraba y salía de las encuestas como una amenaza insistente y letal.

"Hemos ganado las elecciones generales y con ello ha ganado el futuro y ha perdido el pasado", dijo en respuesta a la atronadora ovación con la que fue recibido. Y lo hizo con los rasgos acentuados de un ganador. Los ojos levemente húmedos, la sonrisa en los labios, la voz firme, el mensaje claro: "Gobernaremos para que haya más justicia social y más igualdad". 

Ferraz, que durante toda la tarde electoral pareció la sala de espera de una sala de partos, estalló en una algarabía desatada, repleta de militantes, de esos partidarios entusiastas que acuden siempre al calor de la victoria. La sede socialista era anoche la fiesta perfecta. "¡Con Rivera, no! ¡Con Rivera, no!", clamaba la multitud cuando el secretario general el PSOE advirtió de que hablará con el resto de fuerzas parlamentarias. Hacía calor en el cuartel general socialista y hervía la calle Ferraz. Y ante la insistencia de que con Rivera no del público entregado, Sánchez remachó: "Creo que ha quedado bastante claro, ¿no?". A través de unos visillos que encendían más la noche, la ministra Dolores Delgado hacía suyo el diagnóstico de su líder: "Ahora toca disfrutar, no hablar de pactos. Mañana será mañana". A su alrededor una multitud se agitaba ante el mensaje de la aplastante victoria. "¡Ista, ista, ista, España es socialista!", insistía el gentío. 

La zona era un emporio de cables, gradas pobladas de focos y cámaras dispuestas a transmitir al mundo la noche de Pedro Sánchez en su versión más genuinamente política. Saltó al estrado en mangas de camisa rosa acompañado del núcleo duro de su ejecutiva -Carmen Calvo, Cristina Narbona, Adriana Lastra y José Luis Ábalos- y su mujer, Begoña Gómez, vestida de rojo. Siempre con las manos extendidas, giraba su mirada en torno a la multitud en un vuelo pedagógico para tratar de ilustrar a los miles de convencidos que le esperaban, que son a la postre los únicos que se dejan persuadir en los mítines. "No somos como ellos que construyen cordones sanitarios para aislar a los socialistas. Nosotros no somos así", insistió ante el rugido encendido de sus miles de seguidores. Un militante clamaba que con Albert Rivera "ni a por agua. Es un tramposo y un cínico que le repele el PSOE". El rostro de Sánchez refulgía de éxtasis. Pero el veredicto de las urnas que tenía ante sus ojos también había resultado devastador para los intereses de la derecha y, en concreto, para la estrategia desplegada por Pablo Casado, cuya aparición en la cúspide de un partido arruinado ha terminado estrellada contra las rocas.

Rosa, militante socialista "desde la cuna", apuesta ya por un pacto de las fuerzas de izquierdas "a poder ser sin nacionalistas", dice. ¿Y el PNV? "Bueno, el PNV sí, porque se ha moderado un poco. Creo que sumamos con los regionalistas de Cantabria, con Compromís y con algún otro por ahí", remata. Rosa, bandera roja del PSOE en mano, sonríe al fin de alivio tras horas de angustia incontrolable, "de fumar un cigarrillo tras otro", de quedarse sin voz de tanto elucubrar en alto. "Lo he pasado fatal porque no las tenía todas conmigo; pensaba que el resultado iba a estar más apretado", reconoce. A su lado, se hacen corrillos de curiosos, militantes y entomólogos electorales. De repente, el cuartel general socialista parece un extraño parlamento entregado al escrutinio de una de las victorias más sofocantes de los 140 años de historia del partido.

Son casi las doce y media de la madrugada y el día ha sido largo para Luis. Milita en las Juventudes Socialistas y está en la sede desde las seis de la tarde. Cree que ha llegado el momento de comenzar un cambio profundo en España. Se identifica como "republicano y español" aunque reconoce que el futuro gobierno que configure Pedro Sánchez deberá abrir vías de diálogo "con los partidos nacionalistas porque este país es así de plural". No imagina un fracaso y sólo exige a la derecha que admita su derrota con deportividad. "Y esto significa que aporte a la estabilidad institucional desde la oposición, no obstaculizando las decisiones importantes que adopte el futuro ejecutivo en materia territorial y en materia de justicia social. Como ha dicho Pedro, hemos dado una señal a Europa de que somos un país de progreso", sentencia. 

La señal del circuito interno de televisión de Ferraz deja definitivamente de emitir imágenes del triunfo inapelable de los socialistas en España. Decenas de simpatizantes aguardan en la entrada. Hay corrillos de personas felices, con sus banderas rojas a cuestas. Las pulsaciones regresan poco a poco a la normalidad. Hablan, con la voz afónica, "del muerto PP y del tramposo Ciudadanos". A Vox ni lo citan. Lo obvian, simplemente. Mañana cuando despierten será para ellos un nuevo amanecer. Se alejan de la fiesta como harían los navegantes del nuevo océano político español.


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