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Los consejeros de CTXT analizan los resultados electorales

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Por CTXT (AV)

El PSOE ante la encrucijada 

Bruno Estrada

Una campaña llena de mentiras, de improperios, de fakenews, de intentos reiterados de evitar que no se hable de los problemas de los españoles: de la corrupción, de la desigualdad creciente, del saqueo del estado del Bienestar, de la pobreza incrustada cada vez más en nuestra sociedad, de los pelotazos, del fraude fiscal, de los crímenes de Estado, de la "policía patriótica", de un recibo de la luz inflado por los escandalosos beneficios del oligopolio eléctrico, de las hipotecas y alquileres descontrolados, de los salarios disminuidos por una reforma laboral que ha generado más millonarios que nunca en la historia de nuestro país, de los ataques a la libertad de expresión, de la ley mordaza.

Los resultados vuelven a poner al PSOE ante sus contradicciones estructurales. El PSOE de Felipe González, de Rubalcaba, puede estar tentado de llegar a un acuerdo con Ciudadanos que no toque la reforma laboral, que no cuestione los beneficios extraordinarios de la eléctricas, que continúe en el proceso de rebajas fiscales y desmantelamiento del Estado del bienestar, que vuelva a hibernar una solución al conflicto político con Cataluña.

O por el contrario el PSOE de Pedro Sánchez puede llegar a un acuerdo de gobierno con Podemos, Compromís y el PNV que sea apoyado, desde fuera por otras fuerzas políticas progresistas. El PSOE y Podemos han ofrecido en los últimos tiempos un alto grado de consenso en temas económicos, que dio lugar al proyecto de Presupuestos Generales más social de la historia de nuestro país, que permitió el mayor incremento del salario mínimo interprofesional, gracias a que Podemos ha corregido la deriva neoliberal del PSOE, un gobierno de izquierdas que podría impulsar la imprescindible segunda modernización de España. 

En la bella canción "España camisa blanca de mi esperanza" escrita por Víctor Manuel, inspirada por unos versos de Blas de Otero, y cantada magistralmente por Ana Belén hay un par de versos que sintetizan lo que hemos decidido los españoles en estas elecciones tan trascendentales.

La izquierda española tiene el gran reto de conseguir que nuestro país entre definitivamente en el siglo XXI, construyendo una idea de España plural, tolerante, mestiza, abierta, en la que podamos reflejarnos la inmensa mayoría de los que vivimos en este territorio, que nos permita sentirnos orgullosos de nuestro país, que dejemos definitivamente atrás una España que ya no existe, que nunca debió existir. Este 28 de abril ha ofrecido una clara conclusión: la izquierda puede ser capaz de definir las reglas de juego de la política española durante los próximos años: 

"Donde entendernos sin destrozarnos

 Donde sentarnos y conversar".

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Impedir la crisis de Estado

José Luis Villacañas

Escribo este artículo a las 20.22 de la noche. Todo está todavía en la aire y no jugaré a las profecías. Pero lo que sabemos de este día histórico es tan claro, tan rotundo, que conviene apresarlo en ese preciso instante en el que se revelan las evidencias. Pues las revelaciones tienen un tiempo inequívoco. Suceden antes de que los resultados definitivos se nos impongan en su fría objetividad. Esa revelación dice que cuando algo relevante se juega en España, la democracia está del lado del progreso civilizatorio de este país. Este hecho somete a una crisis radical a la derecha española y, lo que es una consecuencia, a las fuerzas tradicionales de gobierno. El PSOE deberá hacer una buena lectura de este hecho. Para apreciar lo que digo basta comparar los resultados previsibles en Cataluña y en País Vasco y lo que ha pasado con la derecha allí. La derecha española puede obtener en Cataluña 8 diputados. Sólo el PSC puede tener 12 y si sumamos a las fuerzas que defienden una solución democrática en Cataluña, sin JxC, pueden sumar 33 diputados. Pero si vamos al País Vasco, el PNV tiene 6, 5 el PSOE, 4 Podemos, 2 Bildu y puede quedar fuera Maroto.  

Así las cosas, estamos ante una crisis orgánica de la derecha del Estado. Sencillamente, no existe en dos territorios históricos de España. Se han cavado una tumba democrática. Desde este mismo momento, la lucha contra el PP revela su verdadera cara, la que estaba decidida ya antes, pero ahora se hace evidente. Ciudadanos tendrá la aspiración de mantener la lucha contra el PP de forma intensa, pero cada bronca con ellos será en beneficio de Vox. Ambos partidos han nacido, no hay que tener duda de esto, para comerse al PP. Y no debe extrañarnos. Creemos que nunca pasa nada, pero porque somos impacientes. La corrupción pasa factura. No porque la conciencia ciudadana sea intensa o rigurosa. Es porque las complicidades que se tejen en los ambientes corruptos, cuando tienen que defenderse en sede judicial, se disuelven con tal velocidad que hacen imposible la menor solidaridad política. Así las cosas, los poderosos intereses nacional-católicos e integristas que había detrás del PP han perdido su confianza en él y la han depositado en Vox; mientras que los intereses económicos no pueden tolerar la tibieza social-paternalista del PP, su falta de decisión neoliberal o su corrupción, y han apostado por C's. Así las cosas, solo el aparato del PP apuesta por el PP. Sin base social de intereses reales, está condenado a hundirse lentamente. La refundación de la derecha española ya no pasa por Génova.

Dos detalles más. La impaciencia nos impide medir de forma adecuada lo que significa un debate político. Las encuestas nos hacen errar el tiro en las apreciaciones. Un debate político también puede ser medido cualitativamente, reflejando la madurez política, la capacidad argumental, la convicción, el dominio de diferentes puntos de vista, la seriedad y la coherencia de una posición. A mí no me gusta el minimalismo político de los líderes carismáticos, pero en un sistema como el nuestro, las distancias entre Iglesias y los demás es abisal. Eso ha permitido el regreso de muchos votantes a Podemos. Segunda cuestión: celebrar elecciones democráticas libres con presos políticos es una prima para las formaciones de esos presos. La barbarie del sistema judicial español los ha beneficiado. Lo que indica que la crisis no es solo de la derecha. Es una crisis del atraso civilizatorio del Estado, que está contenido en formas que no deberían resistir la presión de una sociedad democrática avanzada. Lo que tenemos no da más de sí y sin reforma rápida acabaremos en una crisis de Estado radical.

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Análisis de urgencia

Fernando Broncano

Algunas impresiones rápidas de los resultados en el Parlamento y Senado. La primera y más importante es que ha existido una movilización general muy transversal frente a los modos, maneras y expectativas creadas por la derechización histérica de PP y Ciudadanos generada por el miedo a ser superados por VOX. Se comprueba de nuevo la regularidad demoscópica de que los suelos electorales, medidos en términos de grandes opciones y no de partidos, son muy estables y que las disputas terminan resolviéndose en las imágenes que se proyectan. Ganó el miedo a una derecha bastante incompetente en sus mensajes y, por ello en las perspectivas de lo que podrían haber sido sus planes.

Ha ganado el PSOE por dos razones básicas: la primera, un mérito que hay que atribuir a Pedro Sánchez, por su buen cálculo de tiempos y la convocatoria de elecciones cuando aún no está resuelto el juicio al independentismo y cuando aún queda en la memoria de la gente las medidas razonables del gobierno de coalición tras la moción de censura. La segunda, que no es mérito suyo, ha sido el fenómeno Chirac: el miedo a Vox ha llevado a concentrar los votos en las posibilidades de frenar a la derecha en todos los distritos donde otras opciones de izquierda no tendrían posibilidades.

Ciudadanos ha estado a punto de alcanzar al PP, que se hunde en un abismo que llevará algunos meses calibrar en su profundidad (sobre todo económica y de sus redes clientelares). El tono de incompetencia y chulería de chico pijo de Pablo Casado ha hecho sentir nostalgia por Soraya Sáenz de Santamaría. Rivera ha recolectado los votos que se le han ido por su lado menos radical. Ahora mismo, Ciudadanos se encuentra ante una alternativa muy parecida a la que tuvo el primer Podemos: si lo hace bien, se quedará con la derecha, tal como probablemente desean los poderes fácticos. Si lo hace mal, volverá a ser la incógnita electoral.

Podemos ha salvado los muebles pero ha perdido una enorme cantidad de diputados, y ello en un contexto de crisis económica anclada, que tendría que haber permitido recoger el voto de los damnificados. El tono moderado que Pablo Iglesias adoptó en su reentrada política ha permitido que la derrota no haya sido excesivamente dolorosa y le deja con una fuerza razonable para negociar con Pedro Sánchez. Una fuerza que tendrá que medir porque ahora sí que le pueden salir las cuentas a una coalición de PSOE y Ciudadanos. Nadie tomará las decisiones rápidamente, esperando quizás a las elecciones autonómicas, pero no está muy claro que esté garantizado un gobierno de izquierdas.

Vox: la ultraderecha ha medido sus fuerzas y ha logrado lo que es una posición explicable sociológicamente. Es el voto antisistema de los resentidos por muy diversas razones (aquí habría que aplicar ahora las tesis de la trampa de la diversidad de la derecha): miedo al feminismo, anticatalanismo, anti-intelectualismo, etcétera.


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