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La riqueza y el poder

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Por Esteban Valenti (*)

Escribir sobre temas ideológicos por lo tanto históricos, a veces me parece una pérdida de tiempo. Los lectores son pocos, la conexión con el actual nivel del debate político, en particular en la izquierda cada día más tecnocrática y atrasada, es casi nula, por lo tanto me interrogo si realmente vale la pena o hay que resignarse, y dejar que se ocupen en otros ámbitos de estos temas. Pero soy testarudo.

Desde que nació la izquierda en 1789, disputando el poder nada menos que a la monarquía francesa de los "Luises" y con sus actuales 230 años de existencia desde el asalto a la Bastilla, hay dos rasgos que nunca perdió o no debería haber perdido, su objetivo supremo de distribuir de manera más justa la riqueza y el poder, que es en definitiva el único camino conocido para un mundo mejor y más justo.

Se puede decir que muchas otras posiciones políticas han reivindicado entre sus postulados esos objetivos, apelando a instrumentos muy diversos y también que sería una simplificación histórica y filosófica muy grosera afirmar que todo lo que no es izquierda, genéticamente se propone la concentración de la riqueza y el poder. Es todo bastante más complejo, bastante más humano.

Pero no puede quedar ninguna deuda que si hay un hilo conductor del ADN de la izquierda en sus diversas expresiones, es el de la justicia social y de la distribución más equitativa del poder. Aunque la historia haya sido mucho, pero mucho más  compleja y contradictoria. Invocando a la izquierda se han cometido enormes y sangrientos atropellos a la libertad, ni que hablar a la democracia y también se ha producido una injusta distribución de la riqueza de las naciones.

En Uruguay 2019 estamos en plena campaña electoral y por lo tanto ambos temas sobrevuelan programas, discursos, promesas y todo tipo de comunicaciones. Hay que tener paciencia.

Los Estados del Bienestar que comenzaron a surgir trabajosamente, lentamente en medio de la mayor tragedia de la humanidad, luego de la Segunda Guerra Mundial, fueron sin duda procesos que deben considerarse en ambos sentidos, la construcción de una institucionalidad democrática luego de los horrores del fascismo, el nazismo y muchos regímenes asociados y como a una mejor distribución de las riquezas. Es un proceso que está llegando a su fin. Europa atraviesa tiempos muy turbulentos y de fuertes tensiones políticas, sociales, económicas y culturales.

Uruguay tuvo su Estado del Bienestar más de dos décadas antes que en Europa y además se combinó con la llegada masiva de emigrantes huyendo de Europa azotada por los horrores de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias. Los niveles institucionales, productivos, de justicia y leyes sociales, de educación y libertades pueden perfectamente compararse con los que en los años 50 comenzaron a construir las naciones europeas como una enorme novedad.

Hay una falacia histórica muy difundida es que el neoliberalismo, que nunca rozó siquiera al Uruguay, se conoció y se puso en práctica en la época Reagan- Teatcher, cuando en realidad sus inicios son de 1938, es decir mucho antes, tanto práctica como teóricamente. ¿Qué necesidad hay de hablar ahora de neoliberalismo?

La respuesta la podríamos buscar hace once años, cuando recién comenzaba la Gran Crisis del 2008  el ex primer ministro francés Michel Rocard afirmó que el economista neoliberal"¡[Milton] Friedman ha creado esta crisis! Está muerto y realmente lo lamento, ya que vería bien que fuera juzgado ante la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad. Su idea de que el funcionamiento de los mercados es perfecto ha permitido a toda la codicia y la voracidad humana expresarse sin límites".

Las grandes verdades, no por cierto novedosas son dos: una, que el funcionamiento de los mercados no es en absoluto perfecto y en segundo lugar que la codicia humana no tiene límites y que se deriva precisamente del propio funcionamiento de los mercados y no de sus imperfecciones.

Hoy padecemos una nueva etapa de esos procesos. LaBrookings Institution, hizo público su análisis sobre la situación de la economía mundial, concluyendo de su índice de seguimiento de la actividad económica que el mundo ha entrado en una "desaceleración sincronizada" que puede ser difícil de revertir.  El índice de seguimiento Brookings-FT para la recuperación económica mundial (Tigre) compara indicadores de la actividad real, de los mercados financieros y de la confianza de los inversores con sus promedios históricos para la economía global y para países concretos. Los principales índices han retrocedido significativamente desde finales del año pasado y están en sus niveles más bajos, tanto para las economías emergentes como para las avanzadas desde 2016, el año de rendimiento económico mundial más débil desde la crisis financiera del 2008. Este es el panorama también para nuestro país.

La idea alborozada que la caída del socialismo real, el dominio ideológico supuestamente monopólico del capitalismo, aseguraba un crecimiento constante del capitalismo se está demostrando como una enorme falsedad. Estamos en un momento delicado del capitalismo.

Cada crisis del sistema ha tenido su disparador. La recesión internacional de 1974-5 fue provocada por un fuerte aumento de los precios del petróleo y el abandono de los EE.UU. del patrón dólar-oro. La crisis de 1980-1982 fue provocada por una burbuja inmobiliaria en Europa y una crisis industrial en las principales economías. La recesión de 1990-2 fue provocada por los precios del petróleo y la guerra de Irak. La leve recesión de 2001 fue el resultado de la explosión de la burbuja de las dot.com. Y la Gran Recesión se inició con el colapso de la burbuja inmobiliaria en los EE.UU. y la consiguiente restricción del crédito provocada por la diversificación internacional de los derivados de crédito. Pero detrás de cada una de estas crisis se encuentra el movimiento a la baja en la rentabilidad del capital productivo y, finalmente, una desaceleración o disminución de la masa de ganancias.

Pero en este caso le mecha que generará la explosión es la creciente deuda empresarial. Las empresas consiguieron acumular un exceso de créditos baratos y ahora que los beneficios caen y los interés suben, se convierten en empresas con serios peligros de insolvencia. El  economista marxista Eric Toussaint afirma:  "Esta montaña de deuda corporativa privada será un elemento primordial de la próxima crisis financiera". Y agrega que "a medida que las tasas de interés suben, el valor de la deuda corporativa cae. Cuanto mayor es la proporción de la deuda corporativa devaluada en relación con los activos de una empresa, mayor será su impacto negativo en el balance de la empresa. El valor del capital corporativo cae también y puede llegar un punto en que ya no cubre sus obligaciones"

En 2016 Apple informó a las autoridades de EE UU que en el caso de un aumento del 1% en las tasas de interés, perdería $ 4.900 millones. Por supuesto, al igual que otras compañías, Apple pidió créditos para financiar sus compras de deuda. En 2017 Apple ya se ha endeudado por valor de $ 28 mil millones, situando el total de su deuda en $ 75 mil millones. Esto, por efecto dominó, podría producir una crisis de una dimensión similar a la de la crisis financiera de Estados Unidos en el período 2007-2008".

Esta misma situación de endeudamiento tiene que ver directamente con nuestro país, con un déficit fiscal del 4.5% del PBI y en crecimiento, que equivale a 2.600 millones de dólares solo para este año y, la posibilidad de un aumento de los intereses de esa deuda puede tener un efecto muy negativo para nuestra economía, la del Estado uruguayo, pero también y sobre todo para la vida de los uruguayos.

La izquierda uruguaya está a años luz de analizar concretamente cuales son las alternativas para poner en movimiento y profundizar una mejor distribución de la riqueza, en este cuadro mundial y nacional, al que se le agregan crecientes peligros para el trabajo humano remunerado, en competencia con las nuevas tecnologías en especial la robotización. Los países centrales, están atacando este proceso, generando nuevos puestos de trabajo en los sectores de alta tecnología para substituir la pérdida de puestos de trabajo de baja calidad. En Holanda se perdieron 83 mil puestos de trabajo, pero en los sectores tecnológicos se crearon 110.000 nuevos empleos.

 Por ello también está cambiando aceleradamente el viento de la emigración, es decir de la llegada de cientos de miles de emigrantes con bajísimo nivel de capacidad laboral y educativa.

Uruguay tendría que pensar, planificar y actual una política migratoria desde países de la región que incorpore mano de obra calificada, que rompa la paralización demográfica que sufrimos desde hace décadas y que es parte de nuestra decadencia. Ni que hablar que esto debería acompañarse con las reformas educativas nacionales imprescindibles y urgentes a todos los niveles.

Trabajo y educación de calidad son dos de los principales instrumentos y metas de una mejor distribución de la riqueza, de las oportunidades y de la democratización del poder. Y estamos muy lejos y mal.

Con esto podríamos culminar esta reflexión, pero falta algo fundamental, precisamente la democratización del poder, la ampliación de la libertad. En realidad ambos elementos son inseparables, la justicia social y la libertad. Todos los ensayos de que renunciado a la libertad se podía conquistar una mejor distribución de la riqueza, han fracasado a medio o largo plazo inexorablemente.

En este sentido el neoliberalismo siempre ha sido analizado desde los aspectos económicos, cuando en realidad su principal peligro es su rasgo político. "El neoliberalismo surge en el contexto de una serie de desafíos al sistema de gestión global del capitalismo que había existido hasta ese momento; es un movimiento en constante evolución, que desde su origen responde a la pregunta de cómo proteger el capitalismo de la democracia y de la fragmentación" afirma historiador, profesor del Wesley CollegeQuinnSlobodian(EEUU), autor de 'Globalists: TheEnd of Empire and theBirth of Neoliberalism' (Harvard University.

El gran instrumento del neoliberalismo "será el derecho -una específica concepción del derecho- como herramienta indispensable para impedir a gobiernos y parlamentos democráticamente elegidos cualquier atisbo de cambio que pueda afectar a la economía de mercado. También abogarán por la creación de instituciones supranacionales que vinculen legalmente a que los Estados no puedan desviarse de las reglas preestablecidas y que dispongan de mecanismos legales que les permita forzar a los Estados a rectificar. El historiador canadiense demuestra cuán frágil es la relación que une la democracia y el capitalismo, y cómo los neoliberales toleran la democracia siempre y cuando esta se atenga a las reglas del juego que ellos previamente han dictado".

Cuando se debate sobre una cierta tecnocracia económica que dictaría sus reglas inexorables sobre la economía y sobre los mercados, en realidad un examen a fondo muestra que el derecho tiene un papel fundamental en el control de la democracia e incluso la libertad y por lo tanto de la política y la economía.

El jurista Carl Schmitt, de indiscutible tendencia nazi, al punto de haber fundamentado jurídicamente el poder de Hitler y el nacionalsocialismo, en el periodo entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial sin embargo no se puede ignorar su figura y su influencia. Para Schmitt, el siglo XIX supuso la aparición de dos mundos que estaban en permanente tensión. Por un lado, el imperium, que es el mundo de la soberanía de los Estados por cuyo conducto ejerce el poder sobre la población. Por otro, el dominium, que es el mundo de la propiedad. Según Schmitt, el sueño de los liberales es que la propiedad debiera ser absoluta (dominium), incluso eclipsando la soberanía (imperium).

Para Schmitt, esta visión del mundo es inaceptable porque el hecho de que el mundo del dominiumtenga un poder de veto sobre el mundo del imperium desacredita a la democracia y la soberanía. Cuando el economista liberal alemán Wilhelm Röpke lee a Schmitt lo halla fascinante y señala que, al contrario de Schmitt, ese es el mundo al que aspiran, para los neoliberales el mundo de la economía se tiene que imponer siempre al mundo de la política. Esta es la diferencia entre los neoliberales y los liberales o keynesianos, que tienden hacía la supremacía de la política.

Los que consideren que los neoliberales no creen en un Estado fuerte nunca ha leído a los neoliberales, porque toda su filosofía política consiste en cómo rediseñar el Estado, lo que quieren es otro tipo de Estado. La falsedad de los neoliberales abogando por un Estado débil es un gran éxito de la máquina de propaganda de los neoliberales y, en particular, de Milton Friedman, quien hizo creer al público la idea de que las reformas que sugería reducirían el Estado, consiguiendo tanto su no intromisión en la vida de las personas como su alejamiento de la actividad económica.

El papel de los Estados en Estados Unidos y en la Unión Europea frente a la crisis del sistema financiero y bancario en él 2007, con la masiva intervención del Tesoro USA o del BCE son una demostración muy clara de que en última instancia los Estados funcionan como la última y principal herramienta del manejo del poder económico y en definitiva político, al servicio del sistema.

¿Están las izquierdas a nivel político y no académico, analizando a fondo estos procesos, las crisis del 2007-2008 y su impacto global y las amenazas que sobre la justicia social, sobre la igualdad de oportunidades, sobre la democracia y la libertad han tenido y están teniendo? Permitan que me asalte una agresiva y voraz duda, casi una certeza.

(*) Periodista, escritor, director de Bitácora y Uypress. Uruguay


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