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Preocupaciones sobre la cultura política en Cuba (II)

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Por Julio Antonio Fernández Estrada (*)

El autor continua su análisis sobre la cultura política cubana iniciada en SP.

La cultura política del pueblo de Cuba se caracteriza por un desinterés particular por la alternancia de fuerzas políticas en el liderazgo de las instituciones estatales. Dado el carácter esencialmente político del derecho, la cultura jurídica del pueblo de Cuba, relacionada con las implicaciones de vivir en república, se ha desarrollado como un imaginario que considera que el estado no tiene por qué ser dirigido por corrientes políticas que contiendan para lograr ese objetivo.

Nuestro entrenamiento electoral, para ser parte crítica y pensante en campañas políticas contrapuestas, observadores y evaluadores de debates entre candidatos a cargos importantes de la república, es nulo. En la Asamblea Nacional, órgano legislativo por más de 40 años en Cuba, es raro escuchar la frase "no estoy de acuerdo", por lo que la mayoría de la población se estresa cuando es testigo de un careo político público.

Las funciones jurídicas del Estado, también funciones políticas, conectadas con las tradicionales estructuras de la división de poderes (que son un mito constitucional desde que la propuesta de Montesquieu lo trascendiera en la Constitución francesa de 1791), son las ramas legislativa, ejecutiva y judicial; y todas ellas son un enigma para el común de los cubanos y cubanas.

Propongo una encuesta ya, que la coordinen la Asamblea Nacional y Cuba Posible, para recoger fehacientemente los datos sobre nuestro conocimiento popular de las formas en que se desenvuelve el proceso legislativo en Cuba. También se debe incluir en este estudio el conocimiento y uso que el pueblo hace de las demandas judiciales, cómo las considera, la relación que ha tenido con ellas en la vida ciudadana. De la misma manera, debemos indagar sobre el conocimiento que los encuestados tienen en cuanto a la forma del Estado, su estructura, los órganos ejecutivos, en una coyuntura favorable para la información, por la cercanía de la consulta popular anterior al referendo del 24 de febrero de 2019.

El objetivo de esta encuesta no es corroborar lo mal que estamos, sino buscar soluciones a los problemas que de veras encontremos. Ante las lagunas que se detecten pueden implementarse cursos, campañas en los medios, programas de televisión especializados, cambios en los programas de estudio de asignaturas como Cívica, en la enseñanza primaria, programas de radio, artículos en la prensa plana, etc.

Ahora los Bufetes Colectivos impartirán cursos para que los trabajadores por cuenta propia se formen en temas legales. Es una buena idea. Pero debemos extender esto a todos los estratos sociales, no solo a los que tienen licencias como pequeños o medianos empresarios.

El vigente texto de 5to grado escolar, de Cívica, contiene dos esquemas gráficos preocupantes. En uno se observa al pueblo en el fondo -otros dirían "en la base"- de una pirámide de la sociedad cubana, encabezada por el Partido. En otro, el Partido aparece por encima del Estado, sin más explicación. Si en la Universidad de La Habana me costaba trabajo explicar cómo todos los libros (sobre todo los marxistas) decían que el Estado es el eslabón fundamental del sistema político, pero en Cuba el Partido es más importante, imaginen qué se les dice a los pioneros en una escuela primaria.

La nueva Constitución que ha sido proclamada, solemnemente, contiene la misma contradicción, esta es una de sus deudas de nacimiento. En ella el soberano es el pueblo, el Partido dirige al pueblo, el Estado representa al pueblo, el máximo órgano del Estado es la Asamblea Nacional, el jefe de Estado es el Presidente, y este no es electo por el pueblo. No es una novela de misterio: es el sistema político cubano. Pero esto debe ser explicado. Es un reto, pero puede hacerse. Lo que no tiene sentido es que sea una estructura "enmarañada" y a la vez desconocida y, por lo tanto, evaluada acríticamente.

He sido testigo de cómo varios cursos de "Universidad para Todos" que se dedicarían a algo parecido a Cívica, o formación jurídica para la ciudadanía, se frustraron. También murieron antes de nacer los intentos de que asignaturas electivas sobre formación ciudadana fueran aceptadas como parte de la oferta a los estudiantes, o de como a principios de los años 90 no era bien recibida una propuesta de un prominente profesor universitario, para crear una Cátedra de Derechos Humanos en la Colina.

Pero ahora los derechos humanos están aquí. Tienen que cambiar los planes de estudio de casi todas las carreras. La enseñanza del Derecho en Cuba, que pasaba volando por encima de los derechos humanos en Derecho Internacional Público, ahora debe asumirlos en Derecho Constitucional y Teoría del Derecho, así como la Teoría Sociopolítica debe cambiar su lenguaje para introducir el Estado de Derecho, la transparencia, los derechos humanos, la autonomía municipal.

Para poder lograr una ciudadanía activa ante un Estado cambiado, que acepta el mercado, la propiedad privada y mixta, las inversiones extranjeras, las demandas contra los funcionarios públicos, la autonomía del municipio, la defensa judicial de los derechos violados, la iniciativa popular de reforma constitucional, el habeas corpus, el habeas data y la supremacía de la Constitución, es necesaria la preparación y el paulatino entrenamiento de la ciudadanía.

Todavía para nosotros se demorarán en llegar el uso político del derecho para defender causas sociales, la defensa judicial de causas justas, las demandas colectivas para defender derechos colectivos, la especialización judicial en derechos humanos, los abogados que solo se ocupen de demandas por violación de derechos humanos.

La cultura jurídica cubana debe reinventarse, hasta ahora ha sido de la observación, del murmullo, del miedo, de los prejuicios. Todavía somos un pueblo que prefiere la venganza penal que la reeducación del condenado, que considera que el privado de libertad debe sufrir para que aprenda, que la pena de muerte se queda chiquita ante algunos casos muy violentos, que 10 años de cárcel son pocos para un ladrón, que otorgar testamento trae mala suerte, que demandar al Estado es cosa de locos.

Hay mucho que hacer para que el derecho nos acompañe como un trozo de cultura más. Que la administración pública trabaje con enfoque de derechos es más difícil todavía; que el Partido lo haga más trabajoso aun, aunque este mismo Partido ha dado algunos ejemplos a sus dirigidos, como la decisión de la moratoria de la pena de muerte desde 2003.

Una propuesta como conclusión

Estamos urgidos de debates públicos, que vayan ablandando el "carapacho" del dogmatismo y la obediencia ciega. Es una escuela tremenda que se discuta en la Mesa Redonda sobre la pena de muerte, sobre la necesidad o no de la privación de libertad, que se den discusiones de filosofía del derecho, sobre la libertad, sobre la seguridad, sobre la democracia.

Alguien debe explicar en televisión nacional, y que los periodistas asistan en vivo al estudio, la diferencia entre "Estado" y "gobierno". Alguien debe explicar los fundamentos de los derechos humanos, éticos, políticos, filosóficos, jurídicos, etc.

El derecho y la política, poco a poco, se harán de uso común. El pueblo cubano está instruido, tenemos una de las mejores televisiones públicas del mundo -bastante poco reconocida, por cierto-, tenemos una de las mejores y más tradicionales radios de la región, tenemos especialistas en derecho, tenemos buenos comunicadores y comunicadoras, buenos entrevistadores, y la gente está ávida de discusiones útiles y de temas reales, que no sea "la escasez en Chipre" (y perdón a los chipriotas por usarlos para este chiste).

Este es el momento de comenzar. Les regalo una idea. Tomen al azar a un hombre, una mujer, un niño y una niña, que todas las edades estén representadas, desde la niñez, la adolescencia, los adultos mayores, que todos los colores de la piel estén representados, negros, blancos, mulatos, chinos, que haya amas de casa, obreros, intelectuales, que sean invitados a un programa sobre política y derecho en la televisión, y que comience la acción. Con ellos, juristas, políticos activos, funcionarios, todos sin afán de castigo, nadie competirá, no habrá ganadores ni perdedores. El objetivo será encontrar una solución a un problema nacional o local, pero juntos. Propongo que el moderador sea un educador popular, alguien que represente a la sociedad civil, y que así se roten los protagonistas en cada programa. Verán que será un éxito. Puede tumbar hasta a Pánfilo. O no, creo que Pánfilo debería estar en todos los programas, él sería en mi guion el único que se repetiría en cada capítulo.

 

(*) Julio Antonio Fernández Estrada. Licenciado en Derecho y en Historia. Doctor en Ciencias Jurídicas. Profesor Titular. Docente desde 1999 en la Universidad de la Habana, con experiencias en cursos presenciales, y semipresenciales. Profesor de la Facultad de Derecho de 1999 a 2008 y en las filiales universitarias de 2008 a 2012. Fue profesor e investigador del Centro de Estudios de Administración Pública de la UH de 2012 a 2016. Ha publicado libros, ensayos académicos y artículos sobre temas jurídicos.

Fuente:https://cubaposible.com/preocupaciones-la-cultura-politica-cuba-ii/


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