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Antiguas preguntas cubanas, siempre renovadas

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Entrevista a Ana Cairo Ballester 

Dentro del socialismo marxista existe por igual esa pluralidad: ahí se encuentran Mella, Rubén Martínez Villena, Raúl Roa, Blas Roca, Aureliano Sánchez Arango, Jorge Vivó, Sandalio Junco, Juan Ramón Brea, Gabriel Barceló, Leonardo Fernández Sánchez y muchísimos otros.

El aprismo peruano, por ejemplo, influyó en varios campos. Algunos partidos políticos cubanos, surgidos después del Machadato, tomaron, para su organización, la tesis del funcionalismo presente en los apristas. José Bernardo Goyburo llegó a Cuba como representante de Víctor Raúl Haya de la Torre en 1928, pero se quedó en este país quizás hasta 1948 y se ha dicho que fue asesor privado de Ramón Grau San Martín. Goyburo fue una de las últimas personas que se entrevistó con el también socialista Antonio Guiteras, y se había ofrecido para facilitar su entrada a México en 1935. El partido aprista no era solo lo que Mella escribió en su famoso trabajo.[21] Guiteras tenía relación con ellos, iba a participar en uno de sus congresos. Los apristas también movieron ideas...

Existía un socialismo marxista sin partido, paralelo al del partido Comunista. Raúl Roa y Pablo de la TorrienteBrau [1901-1936] podrían ilustrar esa tendencia. El primero solo perteneció al Partido Comunista de Cuba, encabezado por Fidel, cuando este se constituyó en 1965, y Pablo se hizo miembro ya estando en la Guerra Civil Española, donde murió en combate.

En el interior del Partido también había diferencias. Jorge Vivó, antes de entrar en él, transitaba por aquellas ideas socialistas. Vivó fue primero secretario de la Universidad Popular y después llegó a ser secretario general del PC. Sandalio Junco era un dirigente obrero que el Partido promovió, lo mandó a estudiar, y tras su paso por la URSS y España, donde conoció a Andrés Nin, se afilió al trotskismo. Antes, Junco había compartido el exilio y las tareas revolucionarias en México con Mella -había pertenecido también a la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC)- y había sido dirigente del Socorro Rojo Internacional para América Latina (documentos suyos aparecieron en Amauta, la revista de Mariátegui).

Juan Ramón Brea era un revolucionario marxista del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) de 1927, un santiaguero muy alocado, poeta surrealista, que en París se hizo trotskista.

Aureliano Sánchez Arango,[22] militante comunista del propio DEU, abandonó al PC por no suscribir su política. Quien mejor entendió la personalidad de Aureliano fue Pablo de la TorrienteBrau.[23] Aureliano, que era muy capaz, tenía ansias de poder y de protagonismo.

Gabriel Barceló[24] era el más brillante entre los jóvenes estudiantes e intelectuales miembros de aquel Partido, y su estatura opacaba a la de Aureliano.

Leonardo Fernández Sánchez [1906-1964] era amigo íntimo de Mella, y su segundo en el proyecto de crear una confederación estudiantil (para interrelacionar permanentemente a los estudiantes universitarios con los del bachillerato y normalistas). Está entre los jóvenes fundadores del primer Partido Comunista, cuando dirigía el movimiento estudiantil en el Instituto de La Habana. Leonardo abandonó las filas de ese partido en 1938, porque entendió que él no podía aceptar un pacto político con el asesino de su hermano.[25] Toda su vida se mantuvo fiel a su elección ideológica. Ingresó en el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) y escribió la fundamentación teórica, sobre bases marxistas, de ese partido.

El chibasismo[26] aglutinó a marxistas y a socialistas. Es muy necesario profundizar en los análisis sobre este tema. Eduardo Chibás fue amigo de Gabriel Barceló, admiraba al socialista Antonio Guiteras, aceptó a marxistas famosos como Fernández Sánchez y a dirigentes obreros como Isidro Figueroa. Chibás se enfrentó, en realidad, a una de las líneas de las tendencias marxistas en Cuba. Y sigue en pie la pregunta: ¿por qué actuaba así?[27]

Con esta enumeración, reitero que el universo de tendencias socialistas en Cuba debería ser mejor estudiado.¥

Dando un salto en el tiempo, ¿cómo valora usted el pensamiento socialista que se produce en estos momentos en Cuba?

Yo comenzaría el análisis por la década de los ochenta. En ese momento, empieza lentamente a retomarse el alto nivel de reflexión intelectual existente en los sesenta, cuando existió un diálogo con el mundo, una actualización muy amplia y fecunda.

Yo recuerdo perfectamente, por ejemplo, cuando Isabel Monal,[28] mi excelente profesora de Filosofía marxista, explicaba todo sobre León Trotsky. Estudié un marxismo muy plural, para el cual te mandaban a leer siempre las obras clásicas; y circulaba una bibliografía de consulta que problematizaba la historia y el presente. Creo que esto fue lo mejor de aquel momento, porque la apertura intelectual generó modos diversos de pensar. Y, por supuesto, de nuevo el interés por (y el conocimiento de) lo que sucedía en el mundo resultó fundamental.

El declive, «la cerrazón», que se produjo en los setenta, tuvo que ver con muchos factores, por desgracia, todavía no estudiados. Creo que las consecuencias del fracaso de la Zafra del 70 y los costos culturales del ingreso de Cuba al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), deben examinarse. Estimo que hubo intentos -por suerte- fallidos de homogeneizar a la sociedad cubana en función de las características del CAME, por parte de los «místicos» de la sovietización cultural. Aquí en la Universidad se había trabajado en la llamada línea investigativa «estudios sobre la sociedad cubana». Creo que fue en 1976, o un poco después, que hubo algún adepto a la idea de suprimirla, porque no estaba en los parámetros y líneas del CAME. Por supuesto, lo que hicimos fue seguir estudiando a Cuba «de a porque sí».

La Rectificación de 1986 evidenció un amplio estado político de insatisfacción. De ello derivaba el lema de «rectificar errores y tendencias negativas». No obstante, algunas rectificaciones habían comenzado lentamente después del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba [1975]. Hasta donde conozco Juan Marinello fue uno de los redactores de la «Tesis sobre la cultura artística y literaria», que ya desechaba algunos de los extremismos asociados a la «Declaración final del Congreso de Educación y Cultura» [marzo-abril de 1971].[29] La creación del Ministerio de Cultura y la elección de Armando Hart para organizarlo [diciembre de 1976] pueden avalar esta opinión.

En la Rectificación de 1986 se produjo un regreso a la actitud de los sesenta. Se restableció un clima más favorable para el ejercicio del pensamiento propio, de la crítica (entendida como lo que es etimológicamente: exégesis). Menciono como ejemplos los números de la revista Casa de las Américas de entonces, así como los libros de Carlos Tablada y de Fernando Martínez sobre el Che Guevara.[30] Antes de producirse el Período Especial contábamos con alguna recuperación del debate teórico, del intercambio de puntos de vista entre diversas concepciones revolucionarias.

El Período Especial contribuyó también a una reflexión sobre las alternativas posibles a los desafíos que se presentaban. Recuerdo el congreso de la Casa de las Américas [1994] sobre el centenario de José Carlos Mariátegui. Allí se terminó discutiendo sobre la posmodernidad. Un italiano decía que él no entendía cómo en un país socialista hubiera gente «partidaria» de la posmodernidad. Lo que salió a relucir allí era qué significaba lo posmoderno en Cuba y la importancia de discutir con el mundo. Una mayor pluralidad y búsqueda de consensos entre distintas perspectivas nos caracteriza hoy. En ese sentido, creo que existe verdaderamente cierta recuperación.

¿Cómo valora la participación de los intelectuales en la política cubana?

En la historia cubana no se puede obviar la vocación tendiente hacia la participación en la vida social que está en el centro del pensamiento de muchos intelectuales.

José María Heredia [1803-1839] y Domingo del Monte [1804-1853], más allá de sus diferencias tienen algo muy importante en común: la conciencia de su función como intelectuales, de lo que debían hacer. En el caso de Heredia: lograr el surgimiento de una nación, y en el de Del Monte, que no la comparte, el desarrollo de una sociedad colonial cubana más culta. Es decir, en ellos está la conciencia de un deber social, de un servicio público, de mejoramiento social, que se expresa en el caso de Heredia -y de Félix Varela- en la clara intencionalidad republicana del surgimiento de una nación.

Las tareas del movimiento intelectual cubano se fueron transmitiendo como un patrimonio cultural. Este es un tema muy interesante. Se puede ver sobre todo en el tránsito de la intelectualidad que sobrevive a las Guerras de Independencia que resulta, digamos, la intelectualidad canónica al surgimiento de la República en el siglo xx.

Un caso paradigmático fue Enrique José Varona, por la clara conciencia de sus funciones en el contexto de la vida republicana. En su caso, algunas de las tareas que se planteó fueron más allá de sus propias creencias y acciones. No fue por gusto uno de los líderes intelectuales de los jóvenes del 30 y les sirvió de guía para hacer una revolución. Su proyección fue más allá de su voluntad y de sus concepciones sobre la violencia. Pudo ser el adalid de una revolución en la medida en que eligió convocarla.¥

De igual manera está el caso de Emilio Roig de Leuchsenring [1889-1964], quien desde los años 30 estuvo tratando de salvar el patrimonio de las ciudades cubanas y de conseguir recursos para ello. Una cosa es que no lo haya podido resolver y otra que haya tenido la idea de hacerlo, creando conciencia del valor de ese legado para el futuro del país. Eusebio Leal reconoce siempre todo lo que se le debe a Emilito, como le llamaban sus más allegados.

El movimiento intelectual cubano tiene funciones importantísimas en la construcción de un programa de desarrollo, en la formulación de la política de la memoria, y para construir una cubanía más universal, enriquecida permanentemente y mejor fundamentada a partir de las diversas formas en que se concibe y se construye la memoria del país.

Pero hay otra función que tiene el movimiento intelectual cubano, y es la de analizar los múltiples problemas en los diferentes momentos de la sociedad cubana. Hay que estudiar todas las reflexiones que estuvieron asociadas al cambio político que generaría la Revolución del 30. Esa generación y ese proceso no pudieron hacer mucho, pero sí dejaron una capacidad de análisis, meditación y reflexión sobre distintas variantes y acciones de cómo cualificar en una medida superior la sociedad cubana. De hecho, muchas de las ideas de los años 30 pudieron realizarse solo con el período revolucionario posterior a 1959.

En 2002 se realizó un evento científico para evaluar el proceso de la reforma universitaria [1962]. En las discusiones se demostró que, en un porcentaje alto, lo que se realizó en la reforma universitaria fueron soluciones a problemas que se estaban debatiendo desde las décadas del treinta y el cuarenta.

Entonces existía una clara conciencia de que para resolver ciertos problemas tenían que activarse proyectos plurales. Por ejemplo, hay Sociedades, como la de Estudios Afrocubanos que creó Fernando Ortiz en 1936, donde se unieron artistas y científicos. José Luciano Franco, Emilio Roig de Leuchsenring, Fernando Ortiz y Nicolás Guillén participaron de conjunto en el desarrollo de los estudios sobre la problemática racial en Cuba y la contribución de la raíz africana en la Isla. Ellos previeron acciones culturales específicas.

Se requiere meditar y reconocer la deuda que se tiene con muchas figuras de esa cultura. Por ejemplo, la Universidad está en deuda con un decano tan excepcional como fue Raúl Roa, quien es uno de los creadores de la Facultad de Ciencias Sociales y libró batallas importantísimas por desarrollar ese campo. En la raíz de las iniciativas llevadas a cabo por Roa cuando fue Director de Cultura, estuvieron algunas de las que promueve hoy el programa de masividad cultural que lleva adelante el proceso revolucionario.

La Revolución, como el hecho extraordinario que es, y ha sido, tiene, entre otros muchos, el mérito de haber llevado a vías de hecho, de haber podido desarrollar en la práctica, medidas que estaban pensadas, meditadas, y valoradas en sus distintas opciones, pero que se encontraban imposibilitadas en su realización por las anteriores estructuras republicanas. Ello no obsta, sin embargo, para considerar esa capacidad, ese instrumental de análisis de la sociedad que entonces se creó como una de las construcciones más importantes del período republicano burgués.

Por otro lado, y desgraciadamente, aún conserva mucha fuerza el enfoque que considera a los intelectuales como las partes «blandas» de la sociedad. Esa tesis, según la cual «las revoluciones son una cosa y los intelectuales otra», tiene también larga data en Cuba. Cuando Julio Antonio Mella hace la crítica de La zafra, el poema-libro de Agustín Acosta, entiende que el poeta es un intelectual, pero no se aplica ese calificativo a sí mismo.[31] A Rubén [Martínez Villena] le pasaba algo parecido. Ese antiguo prejuicio asegura que los intelectuales no hicieron la Revolución porque no subieron a la Sierra Maestra. La influencia que ejerció el modelo soviético en la Isla, por su parte, contribuyó también a la imagen de que el intelectual debe estar bajo alguna sospecha, por la mala fama de su «conflictividad».

Alfredo Guevara, en el discurso que leyó en la despedida de duelo de Tomás Gutiérrez Alea, definió muy bien esta cuestión: «quedará también entre nosotros como el revolucionario difícil, sí, pero por eso, más y más revolucionario; los simplones, lo aseguro, no lo son, y menos aún si creen serlo».[32]

Estoy convencida de que los intelectuales cubanos cuentan con sobrada competencia ideológica, científica y cultural como para participar mucho más en los asuntos políticos, y para contribuir en mayor medida, desde su especificidad, al proyecto revolucionario de cara a su presente y, sobre todo, a su futuro.

Notas:


[1] El discurso puede leerse en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1995/esp/f040995e.html (fecha de descarga en la web: 27 de diciembre de 2006).

[2] El nombre actual de la Plaza es Ignacio Agramonte, prócer de la guerra de liberación de Cuba contra la metrópoli española en el siglo xix. El nombre de Plaza Cadenas se debe a que fue construida bajo el período del rectorado de José Miguel Cadenas y Aguilera, en cuya memoria fue nombrada con su apellido.

[3] El 29 de septiembre de 1906, William Taft, secretario norteamericano de Guerra, asumió el gobierno de Cuba, dando inicio a la llamada Segunda ocupación norteamericana. El 13 de octubre de 1906 nombró como su sustituto a Charles Magoon, quien fungió como gobernador militar de la Isla hasta el 28 de enero de 1909, en que el nuevo presidente electo, José Miguel Gómez, tomó posesión de su cargo.

[4] Participó en la primera ocupación militar yanqui de 1898. Durante la segunda ocupación fungió como secretario de Justicia y Asuntos Extranjeros. Ana Cairo se refiere aquí a su período como embajador norteamericano durante el período de gobierno de Alfredo Zayas (1921-1925), en el cual ejerció con transparencia su labor ingerencista.

[5] Fernando Ortiz, La decadencia cubana (conferencia de propaganda renovadora pronunciada en la Sociedad Económica de Amigos del País la noche del 23 de febrero de 1924). Imp. y Papelería La Universal, La Habana, 1924.

[6] Período de gobierno de Gerardo Machado y Morales, iniciado legalmente en 1925, prorrogado ilegítimamente en 1928 y clausurado en 1933 tras una revolución popular.

[7] Para el inventario de las propiedades de Fulgencio Batista, quien accedió al poder en Cuba en 1933 y fue el dictador expulsado del país por la Revolución en 1959, ver Guillermo Jiménez, Las empresas de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005.

[8] Variación de la frase «meter la pata», que en Cuba significa cometer un grave error.

[9] El Pacto de Miami fue rubricado el 1 de noviembre de 1957 por el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), la Organización Auténtica, el Directorio Obrero Revolucionario, la Federación Estudiantil Universitaria, el Directorio Revolucionario, el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (M-26-7). Las tres primeras organizaciones respondían a los Auténticos, que conseguirían el control sobre la Junta de Liberación (entidad creada por el pacto). Al cabo de pocos días de darse a conocer el Pacto de Miami, la respuesta de Fidel Castro al documento fue una declaración contundente que frustró la maniobra del Autenticismo, formuló la estrategia revolucionaria de toma del poder, siguiendo la tesis de la huelga general insurreccional, y se opuso terminantemente a la ingerencia imperialista. En el texto, conocido como «Manifiesto a la Nación», Fidel declaró que el M-26-7 era la única fuerza actuante en la isla y era a quien correspondía la dirección de la Revolución, que era en Cuba donde esta se decidía y que el M-26-7 asumiría «la función de mantener el orden público y de reorganizar las instituciones militares de la república». Asimismo declaraba que la persona encargada de asumir la magistratura provisional del país sería Manuel Urrutia Lleó. El documento, con fecha 14 de diciembre de 1957, puede consultarse en Selección de Lecturas de Historia del Pensamiento Político Cubano II, cuarta parte, introducción y compilación Miriam Fernández Sosa, Universidad de La Habana, La Habana, 1989, pp. 192-212. Para ampliar sobre el tema, ver Jorge Renato Ibarra Guitart, El fracaso de los moderados en Cuba. Las alternativas reformistas de 1957 a 1958, Editora Política, La Habana, 2000.

[10] El 20 de julio de 1958, a punto de obtener el Ejército Rebelde el triunfo en el Jigüe, batalla que marcaría el inicio del fin de la última ofensiva de Batista, se firmó en Venezuela el documento «Al pueblo de Cuba», también conocido como Pacto de Caracas, que unió a las fuerzas opositoras en el Frente Cívico Revolucionario. El documento reconocía que el M-26-7 ocupaba el plano central de la insurrección y ratificaba la responsabilidad de Fidel Castro como comandante en jefe de las fuerzas militares.

[11] El Pacto del Pedrero, firmado el 1 de diciembre de 1958 entre el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el M-26-7, definió la unión de las acciones combativas entre las tropas al mando de Ernesto Che Guevara y las del DR, que operaban en el Escambray. Como consecuencia del Pacto, ambas fuerzas participaron juntas en la toma de Santa Clara, y FaureChomón -secretario general del DR- ocupó la ciudad de Trinidad, en el curso de la ofensiva que, con la toma de Santa Clara, significó la derrota militar de la dictadura.

[12] Son extremadamente escasos los abordajes de este tópico en la literatura histórica nacional. Ver Yolanda Díaz Martínez, «Las organizaciones nacionalistas y el problema de la unidad entre 1935 y 1938», tesis de grado para la obtención del título de Licenciatura en Historia, con tutoría de la Dra. Berta Álvarez, Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, 1989; y Berta Álvarez, «La Constituyente del 40 es una lección de madurez nacional», en Julio César Guanche, La imaginación contra la norma. Ocho enfoques sobre la República de 1902, Centro Cultural Pablo de la TorrienteBrau, Ediciones La Memoria, La Habana, 2004.

[13] Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (desde 1954) y Secretario General del Directorio Revolucionario (desde la fundación oficial de este en 1956), caído durante las acciones armadas del 13 de marzo de 1957, que intentaron derrocar la tiranía batistiana.

[14] Fidel Castro Ruz, «Este juicio demuestra que frente a las fuerzas disolventes son mucho más poderosas las fuerzas aglutinadoras de la Revolución», en Bohemia, 3 de abril de 1964, pp. 60-77 (cita en p. 77).

¥ Saturno era el Dios de los griegos que devoraba a sus propios hijos. En su serie de las «pinturas negras» Francisco Goya, el genial pintor español, tiene un cuadro aterrador para ilustrarlo. (Nota de Ana Cairo)

¥ Para consultar varios trabajos sobre estos temas, remito a Varios autores, Mella: 100 años, dos tomos, Ediciones La memoria-Editorial Oriente, 2003. (Nota de Ana Cairo)

[15] Blas Roca fue secretario general del Partido Socialista Popular (Comunista) desde 1934 hasta 1962. En 1962, ese partido, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo constituyeron las Organizaciones Revolucionarias Integradas, entidad que abrió paso en 1963 al Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba y, finalmente, en 1965, al actual Partido Comunista de Cuba. Roa solo perteneció a este último, ya bajo el liderazgo de Fidel Castro. En toda la etapa republicana, Roa fue abiertamente crítico de las posiciones soviéticas, defendidas por Blas Roca y su partido.

[16] Fidel Castro, «Discurso de clausura del Congreso Cultural de La Habana», en Documentos de Política Internacional de la Revolución Cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1972, pp. 42 y 43.

[17] Fidel Castro, «Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en la concentración conmemorativa del xvii aniversario del asalto al Cuartel Moncada, efectuada en la Plaza de la Revolución, el 26 de julio de 1970», en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1970/esp/f260770e.html (fecha de descarga en la web: 31 de octubre de 2006).

[18] Político autonomista, abogado y catedrático de la Universidad de La Habana.

[19] Ana Cairo no se refiere aquí a la concepción pedagógica que tiene su mayor expositor en Paulo Freire (ver entrevista con Esther Pérez en este libro), sino, en los términos de la época, a la posibilidad del acceso popular a la educación. En este último sentido es que se crea, entre otros proyectos, la Universidad Popular José Martí, en 1923, bajo la inspiración de Julio Antonio Mella.

[20] Ver Julio Antonio Mella, «El concepto socialista de la Reforma Universitaria», en Mella. Documentos y artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 455-457.

¥ Este tema está muy bien documentado en el libro De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano, de Néstor Kohan, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2000 (Nota de Ana Cairo)

[21] Ver Julio Antonio Mella, «¿Qué es el APRA?», en Mella. Documentos y artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 370-403.

[22] Ver nota 30 en la entrevista con Roberto Fernández Retamar en este libro.

[23] «Su carrera [la de Aureliano] es una de las más limpias en el movimiento revolucionario de Cuba y sería una lástima que fuera a caer en mal lugar. Si se mezcla a la gente de la Joven Cuba, por su capacidad y por su historia, pronto será el Jefe. Y esta organización está propensa a relaciones demasiado íntimas con el APRA y demás de su especie. No me gusta esto. Pero él tiene talento sobrado, y lo que haga lo hará deliberadamente. Una vez Rafael Suárez Solís me dijo que él creía que Yeyo [Aureliano] estaba destinado a representar papeles de gran importancia en Cuba y siempre he pensado así también. Solo que es irregular, con escasa capacidad de trabajo, un poco desilusionado ya». Pablo de la TorrienteBrau«Del diario de Pablo de la TorrienteBrau» (30 de junio de 1935)», en Pensamiento Crítico, No. 39, La Habana, abril de 1970, p. 318.

[24] Gabriel Barceló Gomila (1907-1934). Miembro del Directorio Estudiantil Universitario de 1927. Uno de los fundadores marxistas del Ala Izquierda Estudiantil. Preso político antimachadista.

[25] Ivo Fernández Sánchez, estudiante revolucionario asesinado el 31 de agosto de 1934 (junto al también estudiante Rodolfo Rodríguez Díaz), bajo la primera dictadura de Fulgencio Batista.

[26] Se refiere a la línea representada por Eduardo Chibás. Ver nota 32 en la entrevista con Roberto Fernández Retamar en este libro.

[27] Se refiere a la aureola de «anticomunista» que en la historia cubana posee Eduardo Chibás, una generalización extraída de sus polémicas con Blas Roca, Lázaro Peña y con el Partido Comunista de la época (entonces llamado Partido Socialista Popular). El anticomunismo de Chibás es necesario entenderlo en un doble plano: en el general, participa de la ideología del «mundo libre» contra el «comunismo» (soviético), propio de la Guerra Fría; en el particular, discute contra la ideología estalinista y su presencia en Cuba. En los términos de esa época, Chibás representaba un «nacionalismo democrático».

¥ Hace algunos años incursioné en el tema con «Los otros marxistas y socialistas cubanos. (1925-1958)», en Mariátegui, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2002. (Nota de Ana Cairo)

[28] Filósofa cubana. Premio Nacional de Ciencias Sociales en 1998. Directora de la revista Marx Ahora.

[29] Alfredo Guevara escribió en carta a Juan Marinello lo siguiente sobre este documento: «Querido Juan, sé bien que este texto no es producto literariamente de tu mano, aunque hayas puesto tu mano en él. Lo conozco de hace mucho. Y aunque remozado, mejorado, ajustado, y firmable, tiene algo de aquella vieja primera versión que lo lastra y condena a no levantar vuelo como debió hacerlo». Alfredo Guevara, «Una Carta a Juan Marinello», en Revolución es lucidez, Ediciones ICAIC, La Habana, 1998, p. 295.

[30] Se trata de El pensamiento económico de Ernesto Che Guevara (Casa de las Américas, La Habana, 1987) y Che, el socialismo y el comunismo (Casa de las Américas, La Habana, 1989), respectivamente.

¥ Ese mismo Varona que tiene funciones en la política fue quien concibió el primer plan de educación pública en Cuba. Una cosa es que Varona no lo haya podido ejecutar, y otra, que el diseño de este proyecto sea algo trascendente para la República. Quien realizó este sistema de educación pública fue, luego, la Revolución. (Nota de Ana Cairo)

[31] Julio Antonio Mella, «Un comentario a La zafra de Agustín Acosta», en Mella. Documentos y artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 493-498.

[32] En el párrafo precedente al que cita Ana Cairo se lee: «Cómo decir de Titón artista revolucionario, si el artista resulta revolucionario por definición, enriquecedor del mundo con mundos que como un Dios crea. Pero quiero decirlo y subrayarlo para este artista que enriqueció el mundo con sus mundos. Y decirlo quiero porque desde sus años juveniles marcó su adhesión a la Revolución Cubana con acciones precisas; la idea en Titón fue también acto. Y es así que su cine, riguroso y profundo, tiene virtud de transferencia y expresa, una y otra vez, de un modo o de otro, la conflictual relación entre la realidad y quien quiere cambiarla; la conflictual relación entre rutina y desafío, desafío burlón, el que demuele». Alfredo Guevara, «Titón siempre en nosotros» (discurso leído el 17 abril de 1996 en la despedida de duelo de Tomás Gutiérrez Alea, Titón), en Revolución es lucidez, Ediciones ICAIC, La Habana, 1998, p. 321.

 

(*) Ana Cairo (1949-2019), profesora, investigadora y ensayista, fue Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2015 de Cuba. Miembro de la Academia de Historia, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNE


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