Italia: El partido que perdió al pueblo

Por Rossana Rossanda (*)

 

En diálogo con Andrea Bianchi, Mario Tronti recalca su manera de ver la situación italiana de hoy. La conclusión se encuentra en el título de su más reciente texto Il popolo perduto. Per una critica della sinistra (El pueblo perdido).

Para una crítica de la izquierda], Nutrimenti, 2019): es de la pérdida del pueblo, identificado como aquellos que tienen menos, de la que depende la quiebra actual del horizonte político, ¿por parte de quién? Sobre todo, por parte del Partido Democrático, que Tronti no ha abandonado nunca y en el cual tiene todavía esperanzas.

 

Pero que juzga severamente, etapa por etapa, no sin absolverse durante su propio camino: antes bien, el leitmoiv de este trabajo suyo es un severo recordatorio de las admoniciones que en estos años no ha dejado de hacer, pero que no se han escuchado. 

En realidad, él mismo no ha sido siempre fiel, porque siempre ha hecho prevalecer la fidelidad al grupo dirigente del PD: es el único apunte que en este denso texto me siento movida a hacer, porque en nombre de ello ha hecho prevalecer Tronti la linea de la mayoría del PD sobre sus mismos pensamientos, y ha logrado así también caer en el error, o al menos en la omisión, en los años 90 y 91.

 

«Ha sido por tanto - es la tesis del libro - un "justo error"»: dado que siempre le ha parecido que la unidad del Partido es el fin principal de la militancia; también cuando se le ha ocurrido pensarla de modo distinto escogió siempre expresar sus ideas exclusivamente en las sedes internas del partido.

 

Así lo hizo cuando se condenó a Pietro Ingrao y cuando el Partido [Comunista Italiano] expulsó a ilmanifesto, respecto a los cuales nunca queda explícito hasta dónde estuvo de acuerdo o en desacuerdo con estas voces críticas, de las cuales se siente ahora la ausencia o el silencio.

 

En todo el libro, Tronti repite el reclamo del pasado del «movimento obrero», al que piensa él que no se puede no volver.

 

Esta elección le impide en realidad actuar sobre la línea del Partido y resulta, por lo tanto, en mi opinión, discutible: ¿cuál sería de hecho la ventaja superior que se habría derivado de ello para el Partido Democrático? Eso no ha evitado ni pérdidas ni alejamientos, como Tronti parecía esperar.

 

El Partido como tal, por lo tanto, no se equivocaría nunca, escogiendo como primer y principal objetivo su homogeneidad , tesis que hoy aparece un poco débil, no habiéndole ahorrado al partido mismo ningún error en los últimos años.

 

Lo esencial, se deriva de ello, no es solamente la solidez del Partido, sino su «organización». Se nos permitirá hacerle la observación de que, con esa visión, el Partido se asegura un salvavidas con el que en cada ocasión podrá corregirse sin salir de ello debilitado, y acaso sería superfluo objetarle que esto no ha sido siempre cierto.

Él mismo parece bastante dubitativo con su última vestidura, por lo cual ha desaparecido cualquier referencia de clase, que estaba presente todavía, bien que débilmente, en los nombres precedentes, y permanece sobre todo la referencia a los demócratas norteamericanos.

 

¿Hasta dónde y hasta cuándo podrá aplazar el levantar acta de los «errores» del estalinismo, y de los siguientes, sin llegar a un punto de no retorno?

No estamos ya en eso desde hace tiempo, y en esto ¿no estamos irremediablemente perdidos? Es la pregunta de la que no se puede huir perpetuamente.

 

Todas las demás propuestas son justas, pero, creo yo, si acaso, con retraso. Habría sido necesario, me parece, ahorrarse el largo periodo de Renzi, a fin de no llegar debilitados a la corrección de rumbo. Al «qué» y al «cómo» se añade también, pienso,  el «cuándo» de una corrección política.

 

(*) Rossana Rossanda. Veterana y respetada analista política. cofundadora de 'IlManifesto'. Es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso

 

Fuente: ilmanifesto, 3 de marzo de 2019

Traducción: Lucas Antón