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Agarrate Catalina y la izquierda en el ghetto

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Por Esteban Valenti (*)

Hay muchas izquierdas y lentamente lo hemos ido aprendiendo y, hay también algunos que escriben izquierda con la mano y lo borran con el codo y con las patas de la corrupción, la inmoralidad y el acomodo. Las conocemos también por estas latitudes. Hoy me voy a referir a otra izquierda, verdadera, auténtica, que muchas veces también anida en todos nosotros: la izquierda del ghetto.

Es la izquierda de la pureza y de las categorías sostenidas en las nubes inmaculadas, que a veces hace ruido, agita algo las aguas, pero nunca, jamás llegará al poder o al menos a inquietar al poder de turno. Un ejemplo, un reducto de esa izquierda -no en todas sus páginas- es el seminario Brecha. Yo lo compro y lo leo y ese es un mérito no pequeño, para ellos, en tiempos de pantallas omnipresentes.

Lo compro y lo leo, porque siempre es útil conocer otras opiniones muy diferentes, porque hacen investigaciones interesantes, aunque algunas falsas y maniobreras como las que me hicieron a mi hace algunos años y no tuvieron ni siquiera la decencia de retractarse. Cosas del periodismo "serio" y "puro".


La compro y la leo, porque tiene plumas, en particular en los temas culturales que me acarician el alma y las he promovido en las redes sociales y por último porque siempre es bueno darse un paseo por el ghetto de los puros e inmaculados. No sea cosa que el entrevero de la política real y terrestre te carcoma la pureza y te haga olvidar una supuesta utopía. Además es una izquierda cómoda.

La semana pasada leí una contratapa dedicada a Agarrate Catalina y firmada por Agustín Cano que se puede resumir como un exprimido y concentrado del ghetto total. Es implacable.

Comencemos por definir que dentro del ghetto, no caben ni el carnaval masivo y carcomido por intereses comerciales, ni los supermercados, ni los shopping, seguramente para ellos la cumbre de su devoción son los ranchos y los bosquimanos. Es más, si se pudiera retroceder un poco más en la historia y llegar a las cavernas bien decoradas de Altamira, se sentirían más realizados.

La nueva cruzada es para devolverle a Jerusalén el carnaval puro, bien ideológico, con mensajes inequívocos y de acuerdo a todas y cada uno de las tablas de la "ley", de la lucha de clases, del repudio al capitalismo y contra la ofensiva implacable y perpetua de la derecha. Y ahora la Sacra Rota le tocó a Agarrate Catalina. El Arca de la Alianza no ha sido encontrada pero ellos custodian sus propias tablas doradas.

"De un tiempo a esta parte, su condición plebeya fue cambiando con la transformación del Carnaval en espectáculo de consumo masivo y por la importancia creciente del concurso oficial. Guillermo Lamolle ha observado que este cambio fue produciendo alteraciones en varios planos (formal, estilístico, musical, coral, en las letras) que han convergido en una tendencia a la uniformidad de estilos, contenidos y temáticas que las murgas asumen como fórmulas para lograr el éxito (en el concurso, en la aceptación del público, en las contrataciones de tablados y patrocinadores). La dinámica de profesionalización de los conjuntos y la creación de un mercado del Carnaval orientado al consumo de las clases medias y altas que funciona adjunto al concurso produjeron también una dinámica de consumo desigual según barrios y poder adquisitivo, y de reproducción de las desigualdades entre los propios conjuntos". Solo una pequeña cita de las nuevas escrituras sobre el carnaval y la cultura nacional.

Según los cánones del ghetto, la Catalina no está a la altura del nuevo momento político. El mensaje no es suficientemente claro y tajante en la divisoria entre proletarios y burgueses, en su cuplé entrevera. Es imperdonable.

Imperdonable para la murga, no para los políticos que han entreverado todo, que la categoría proletariado, medios de producción, fuerzas productivas y burguesía son vagos recuerdos de un pasado superado no por el análisis y la crítica, sino simplemente por las necesidades electorales y los nuevos derechos sin ninguna obligación. Y por sobre todo las supremas, las cuartas prioridades electorales.

Voy a confesarlo, no soy muy carnavalero, aunque durante 11 años escuché los ensayos de los Diablos Verdes, en la Federación Obrera de la Industria del Vidrio la FOIV, pero este año ante tanta polvareda me prendí a Youtube y me vi toda la actuación de la Catalina y de algún otro conjunto. Es año de campaña electoral y hay muchas sensibilidades a flor de piel.

El espectáculo de Agarrate Catalina es muy bueno, muy creativo y atrevido, con "Causas perdidas" como la de Sendic que mucha izquierda ni siquiera quiere oírlas nombrar y con piezas de extraordinario valor como la retirada de homenaje a las murgas de La Teja en su lucha contra la dictadura y en general, la actuación en su conjunto, reclama dos audiciones para captar todas las sutilezas. ¿O será que estoy un poco sordo?

En Brecha escriben: "En el cuplé la lucha de clases es reducida al enfrentamiento burguesía-proletariado, y enseguida el polo proletario se transforma en una dictadura con un solo canal de televisión oficial y persecución a los que piensan distinto". ¿Y acaso no sucedió, no está sucediendo en estos momentos que en nombre del proletariado y su dictadura hay canales solo oficiales y persecución a los que pensaban y piensan diferente? Ahora la herejía condenable está en una murga y no en la realidad trágica y triste para millones de personas.

La Catalina y otras murgas se fueron a navegar por otros rumbos que los de años anteriores, porque el país, su gobierno y sus supuestas ideas renovadoras, hace tiempo que hacen la plancha con ganas y desdén. Las murgas no lo hacen solo o principalmente porque hay que ganar los concursos -que por otro lado tienen jurados oficiales- sino porque el público también navega hoy lleno de interrogantes y con pocas respuestas. En el ghetto todo tiene explicaciones comerciales, es decir de comprar y vender, siempre con una pátina de claridad ideológica implacable y eterna. Por eso quisieran menos color, menos lentejuelas y más harpillera.

Casualmente estoy leyendo un libro sobre Galileo Galilei y estoy seguro que los domínicos, los fogoneros de Giordano Bruno, los "perros de dios" de la inquisición y persecutores del gran pisano que insistió en que la Tierra se movía, podrían proporcionarles unas cuantas citas y referencias a la pureza de la fe y de las sagradas escrituras. Eso sí, las escrituras de la única izquierda verdadera, la de ellos.

Lo malo de todo esto, es que ante el notorio desbarranque ideológico de cierta izquierda, no tanto por lo que no dice, ni escribe, ni incorpora a sus discursos y sus congresos, sino por lo que ha hecho desde el poder, en algunas materias, incluso culturales, emerjan estos vientos de pureza inmaculada, que son adorados por la derecha, porque no mueven un ápice la aguja del poder, ni siquiera de la lucha ideológica y cultural.

Es la izquierda que transformaría a Grasmci en un eunuco, que no roza siquiera la guerra de posiciones, ni la batalla por la supremacía cultural de los valores fundamentales de la izquierda, comenzando con la disputa del poder a la derecha o al centro, porque se concentra en señalarle los pecados a una murga y a todo el carnaval.

Incluso el cuplé de los proletarios y los burgueses, que desborda los escenarios, las redes, el Teatro de Verano con su temática, con sus sutilezas, con su sentido crítico es difícil que se reproduzca en otras latitudes. Es parte de lo mejor de la cultura uruguaya, esa que si le preocupa a la derecha.

¿En el ghetto, no pretenderán que el discurso, el relato, la gran aventura de la liberación nacional, de la justicia social o del socialismo en cualquiera de sus variantes sea de responsabilidad de Agarrate Catalina o de alguna otra murga? Un poco demasiado ¿no?

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay


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