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Los relatos históricos en 140 caracteres

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Por Esteban Valenti (*)

Hace pocos días en un programa de TV un periodista me dijo que ahora las campañas y la propia ideología eran de 140 caracteres. En realidad de 280 caracteres de acuerdo a los cambios en Twitter.

No está lejos de la verdad, pero no es nada nuevo, la historia está llena de ejemplos de consignas de mucho menos de 140 caracteres que llevaron a las multitudes a las más grandes revoluciones y transformaciones políticas. Eso no quiere decir que esa síntesis apretada que conmovía a los pueblos, no fuera la base para elaborar concepciones, teorías, relatos mucho más amplios, profundos y complejos. O que las propias consignas no tuvieran como base una sólida elaboración política e ideológica.

Tomemos algunos ejemplos.

La gran revolución francesa, la que puso fin nada menos que a la monarquía, de los reyes-dioses, a la prepotencia de la religión como asistente del poder absoluto y un complejo sistema institucional de opresión y dominio económico, político, ideológico, levantó tres palabras: "Libertad, igualdad, fraternidad" (33 caracteres con espacios incluidos). Y los que asaltaron la Bastilla, los sans cullotes, (sin calzones) que eran la mayoría de esas multitudes desbordadas y que no sabían leer ni escribir, se levantaron en armas detrás de esas palabras.

La revolución rusa, que derribó una de las monarquías más absolutistas del planeta, y que generó antes y después torrentes interminables de libros y discursos, se hizo también bajo tres palabras: "Paz pan y tierra" (18 caracteres) y ya en una fase más política y elaborada, con "Todo el poder a los soviets". ¿Alguien cree que los millones de campesinos analfabetos transformados en soldados, que fueron la inmensa mayoría de la revolución, se leyeron El Capital o Las Tesis de Abril"? El proletariado numéricamente fue una pequeña minoría de la revolución de octubre. Y tampoco sabían leer en su mayoría.

En nuestra América por ejemplo la revolución americana se inició contra el pago de impuestos que la corona británica le exigía a las 13 colonias por el comercio del té. Y culminó en su primera etapa en la más avanzada constitución independentista.

Los mexicanos se levantaron por el "Sufragio Efectivo, la no Reelección y la caída de Porfirio Díaz" (63 caracteres) y creció con una demanda: "Tierra y Libertad" (17 caracteres).

Oliver Cromwell que derribó y ejecutó a Carlos I, instalando la república y transformándose en el protector de la Mancomunidad de Inglaterra, Escocia e Irlanda levantó las banderas de "No a la tiranía y por la república y la libertad" (48 caracteres)

Y si queremos recordar la gran explosión popular y sobre todo estudiantil y juvenil que el mundo vivió en 1968, lo que nos quedan son algunas de sus consignas, escritas en los muros: "Prohibido prohibir"; "La imaginación al poder"; "Seamos realistas, pidamos lo imposible" y otras menos famosas.

A partir de esas pocas palabras o previo incluso a ellas, como por ejemplo con los enciclopedistas de la ilustración, se construyeron enormes pirámides de ideas políticas e ideológicas.

Las dos cosas están directamente relacionadas, si no se encuentra los motivos concretos, sintéticos que conmueven y expresen a las multitudes, las teorías y las ideologías, son papel mojado.

En Uruguay, en 1989 en la campaña electoral la consigna electoral fue "Contra el país gris, ¡Anímese!" (30 caracteres) y la izquierda llegó por primera vez a un gobierno departamental, nada menos que Montevideo. La mayor transformación de la vida política en 170 años de su existencia independiente, se hizo bajo una sola palabra que lo expresaba todo: "Cambiemos", (9 caracteres), política e ideología pura.

Si en esta oportunidad, en estas elecciones, en las que hay tantas cosas en juego, como la continuidad del ejercicio del poder por encima de la crítica, de la autocrítica y de las verdaderas ideas progresistas y de izquierda, bajo la feroz y retrógrada consigna del "4to gobierno" o el retorno al pasado de la mano de dos partidos que ejercieron el poder durante 170 años, de manera separada y enfrentada o, asociada, los blancos y colorados, los colorados y los blancos, no encontramos la síntesis necesaria, la que exprese los aspectos políticos pero también ideológicos podemos quedar atrapados en la alternativa de hierro de elegir entre el menos malo.

Estoy convencido que la metáfora y la paradoja de estas elecciones, es una sola: "Cambia, todo cambia, siempre y para todos", (41 caracteres).

Volver al pasado, con las mismas dinastías, los mismos nombres, sin ninguna autocrítica, sin ningún análisis de porque el país tuvo más 50 años de decadencia, eso no es cambio.

Y el actual FA, sin relato, sin ideas, sin otra prioridad que atornillarse de manera algo cambiada, pero siempre los mismos a los mismos sillones, eso es solo continuidad en el poder, sin ninguna garantía de los cambios necesarios.

No se trata de cambiar por cambiar, o peor aún, cambiar para atrás o de maquillar un cambio, con aquella memorable frase del Gattopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa "cambiar algo, para que no cambie nada". Se tratar de cambiar en serio.

Tampoco se trata de sentirse los fundadores de la nación, hay que partir de la realidad, de lo que a lo largo del tiempo construyeron los uruguayos y las uruguayas y rescatar muchas cosas positivas y básicas, incluyendo naturalmente los avances logrados en particular en el primer gobierno del FA, pero también analizar porque nos paralizamos y donde nos sumergimos en el atornillamiento general.

No hay enemigo más feroz de los cambios que el atornillamiento, porque es la máxima y más perversa expresión del poder, por el poder, de la burocracia al poder. Por eso no podemos preparar ni participar de un cambio de color en los sillones del poder y de los personajes atornillados. No podemos atornillarnos nosotros, al nivel que sea.

Y para ello hay que construir nuevas leyes, cambios constitucionales, nuevas prácticas políticas, un ejercicio permanente de la crítica y la autocrítica de forma permanente y sobre todo un profundo cambio cultural e ideológico: terminar con las asimetrías que han hundido al país en las peores injusticias. De eso escribiremos en extenso en futuras columnas.

Abajo las asimetrías, aunque parezca algo intelectual, quiere decir nada menos que restablecer el equilibrio entre el ciudadano y el estado, entre el ciudadano y los poderosos, como por ejemplo los bancos privados y públicos y sus clientes, entre los fiscales y los jueces y los ciudadanos, entre la DGI y su omnipotencia frente a los contribuyentes, entre las intendencias y los vecinos, entre ASSE y la necesaria reforma de la salud y su situación actual que por ejemplo en su asimetría nos impide cambiar de mutualista, es cambiar la asimetría entre los funcionarios públicos a todos los niveles y los privados, entre las grandes, enormes empresas y las medias, pequeñas y micro empresas, entre los sindicatos y la sociedad en su conjunto y sus derechos.

Eso viene antes inclusive de los programas, de esos mamotretos que todos los partidos produciremos para las elecciones, para que los leen una ínfima minoría, pero donde haremos un compendio de todo lo que prometemos, y en cuantas cosas nos parecemos los partidos hasta el hartazgo. Todo lo bueno, bonito y barato estará allí. Pero nadie explicará a fondo como lograremos hacerlo, no solo manejando la plata, sino actuando en conjunto con la sociedad.

En las consignas centrales de cada campaña, además del aporte de los publicistas, tiene que estar sobre todo la síntesis de lo que pensamos cada uno en materia política e ideológica.

¿Cambia, todo cambia, siempre y para todos, necesita explicaciones políticas e ideológicas? En 91 caracteres con espacios incluidos, expresa el corazón del proyecto político y la ideología de una izquierda, que asumen el cambio como un proceso permanente que nos debe incluir. Cambiar políticas, objetivos, gobernantes y dirigentes y seguir con audacia los cambios en el mundo. Y que para ello debe no solo defender la democracia y la más plena libertad, sino ampliarlas, profundizarlas, de manera permanente y actuar esa democracia dentro de los propios partidos. Porque también la democracia y la justicia social cambian, siempre cambian. A veces incluso para peor. No hay ningún determinismo, miremos el mundo y a nuestra América. "Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" (44 caracteres...).

(*) Periodista, escritor, militante político, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay


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