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Los asesinos de Liebknecht y Luxemburg

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Por Lara Feigel  y Klaus Gietinger (*)

Klaus Gietinger, importante autor de la investigación hoy por hoy más completa, concienzuda y reveladora del asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, es entrevistado por Loren Balhorn, traductora al inglés de su libro, de reciente aparición en Verso Books, y cuyas virtudes enc

Publicamos ambos textos con el deseo de dar a conocer un volumen que está pidiendo a gritos una edición cuanto antes en castellano. SP

 

"El verdadero enemigo de las masas está en nuestros sótanos". Entrevista

Klaus Gietinger

Enero de 2019 marca el centenario del asesinato de dos lumbreras del socialismo alemán, Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. Como parte de un conjunto más amplio de medidas represivas contra la Revolución Alemana de ese invierno y primavera, esta violenta respuesta desde arriba selló el destino de la revolución y acabó con el experimento socialista democrático del país sólo unos meses después de su comienzo. Quién había sido exactamente el responsable de los asesinatos del 15 de enero de 1919 es algo que siguió envuelto en el misterio durante casi ocho décadas, hasta que el cineasta y guionista Klaus Gietinger comenzó a rastrear los archivos y descubrió una enormidad de pruebas que implicaban al capitán Waldemar Pabst y a varias personalidades destacadas del Partido Socialdemócrata (SPD). Loren Balhorn, miembro de la Fundación Rosa Luxemburg [y traductora de su libro al inglés] charló con él acerca de la historia, la socialdemocracia y lo que pueden enseñarnos hoy ambas cosas.  

Su libro acerca del asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, Eine Leiche im Landwehrkanal [Un cadáver en el canal Landwehr], apareció recientemente en una segunda edición revisada, y la traducción inglesa la publica en enero de 2019 Verso Books con el título de The Murder of Rosa Luxemburg [El asesinato de Rosa Luxemburg]. ¿Está satisfecho con el éxito que ha tenido hasta el momento?

Sí, es mi libro de no ficción de mayor éxito. Si se cuentan todas las reimpresiones, va ya por la cuarta edición.

¿Cómo llegó a interesarse por la historia de la Revolución de Noviembre? Al fin y al cabo, usted es en realidad guionista y cineasta.

En 1989 vi una película de 1969 para televisión sobre el asesinato, realizada por Dieter Ertel y Theo Mezger, que sigue todavía oficialmente prohibida, y me di cuenta de que había aún un montón de preguntas por responder. Efectué algunas investigaciones, descubrí información nueva y quise en un principio realizar una película con todo ello. Pero ningún canal de televisión se mostró interesado, de modo que seguí investigando y acabé, en cambio, escribiendo un libro.

¿Ve algún paralelismo entre su profesión y la del historiador?

Sí, cuando se trabaja en documentales o películas históricas, tienes también que llevar a cabo una ingente investigación y resumir mucho.  

¿Puede contarnos algo de lo que fue la investigación como tal? ¿Cuáles fueron los hallazgos más apasionantes?

Bueno, lo primero es que conseguí acceder a los papeles del hombre que dio la orden del asesinato, el capitán Waldemar Pabst, que seguían siendo inaccesibles en aquel momento, y demostré quién de los oficiales del Freikorps había sido el que en realidad apretó el gatillo. También identifiqué las complicidades de la dirección del Partido Socialdemócrata (SPD) de la época, lo que constituía y constituye un descubrimiento sensacional.

La izquierda sabía desde hace ya tiempo que los socialdemócratas y el Freikorps [los "cuerpos francos"] habían sido responsables de los asesinatos. ¿Qué descubrimientos nuevos contiene su libro? ¿Cambia algo de la anterior comprensión historiográfica?  

Que la dirección del SPD estuviera implicada no era hasta entonces más que un rumor. Sin embargo, aporté pruebas que demostraban este extremo.   

En el libro describe los asesinatos de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht como "una de las mayores tragedias políticas" del siglo XX. ¿Qué le mueve a afirmar esto? ¿No sucedieron acontecimientos significativamente más trágicos de la historia alemana sólo 20 años después?

Luxemburg y Liebknecht eran figuras míticas de la auténtica izquierda. La cúpula directiva del SPD se había movido desde hacía mucho tiempo a la derecha merced a su pacto con los viejos poderes y las fuerzas armadas, pero muchos partidarios del SPD veneraban a ambos líderes espartaquistas. Ellos dos nunca hubieran permitido la estalinización del KPD. Luxemburg se mostró contraria a ingresar en la Comintern y criticó el terror de Lenin y Radek. Hasta Liebknecht se habría mostrado remiso a aceptar una mera vanguardia de la clase obrera.

Ambos trataron de ayudar a las masas a tomar conciencia y no intentaron subestimarlas. La izquierda de Alemania y de Europa habría seguido un camino más independiente. Habría existido la oportunidad de denunciar a los dirigentes derechistas del SPD. No se habría cimentado la división de la izquierda. Que eso hubiera evitado el fascismo y el estalinismo ya es otro cantar, pero habrían sido mayores las posibilidades de que así sucediera.     

¿Cree que Rosa y Karl representaban verdaderamente la clase de amenaza que temía Pabst? Al fin y al cabo, muchos trabajadores se mostraron en última instancia satisfechos con el retorno a la paz y la tranquilidad en cuanto abdicó el káiser y se introdujo la democracia parlamentaria. ¿Había realmente alguna posibilidad de revolución en Alemania en 1918-19?

Creo que está usted formulando la pregunta de modo incorrecto. Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht (no me gusta abreviar sus nombres usando sólo el de pila) eran una amenaza para el capitalismo, y los asesinaron por esta razón. No porque fueran una amenaza a la democracia: nunca lo fueron. No eran bolcheviques en el sentido de Lenin y Trotski, ni ordenó el capitán Pabst que los mataran porque fuesen presuntamente una amenaza a la democracia. Hizo que los mataran porque eran una amenaza para el sistema del que era  servidor, el del imperialismo prusiano-germano, el de la guerra y la dominación mundial, que la dirección del SPD había apoyado activamente desde 1914.

Escribió usted no hace mucho en WOZ [Die Wochenzeitung] que el SPD debería de una vez por todas "aceptar la responsabilidad" del asesinato de ambos y de haber extinguido la Revolución de Noviembre. ¿Lo entiende como una exigencia política real, o más como un arma polémica contra un partido político neoliberal y decrépito?

El SPD es un partido en declive que dentro de diez años ya no existirá. Está despuntando un nuevo fascismo que tendrá un aspecto distinto del que hemos conocido con anterioridad, más oculto y sutil, pero capaz de seducir  de nuevo a las masas. Con la misma fuerza con la que creo en que el SPD no puede echarle la culpa a nadie más que a sí mismo, lamento profundamente, sin embargo, que le estén reemplazando la Alternative für Deutschland (AfD) y los Verdes neoliberales.

Los Verdes son un partido hipócrita de gente de elevados ingresos que tiene dos coches, gente que siempre traiciona sus ideales cuando entra en el gobierno. Los Verdes cumplieron en quince años lo que le llevó al SPD 150. Robert Habeck, uno de sus nuevos dirigentes y autor oficial, escribió hace unos diez años una mala obra de teatro sobre el levantamiento de los marineros en la que legitimaba a figuras proto-fascistas como Gustav Noske (SPD), que fue directo responsable del asesinato de Luxemburg y Liebknecht.

No hay que desperdiciar saliva con la AfD. Esta gente va a tomar el poder en la mitad oriental de Alemania. Lo que falta es un partido antifascista de masas. El SPD representaba ese partido al menos desde la II Guerra Mundial, pero perdió este elemento últimamente en su fase neoliberal (en coalición con los Verdes), que se inició en 1998.

¿Qué puede aprender la gente joven de esta trágica historia? ¿Quizás hace ya demasiado tiempo como para que sea hoy pertinente?

Es buena cosa que la Revolución de Noviembre haya regresado al menos parcialmente a la atención pública en 2018. Todavía hay quien no ha cejado en esta democracia y critica el capitalismo. Lo que pueden aprender los jóvenes es eso que dijo una vez Elias Canetti acerca de las masas: el verdadero enemigo de las masas no está a las puertas sino en nuestro propio sótano. Tenemos que trabajar mejor a la hora de luchar contra él. 

Fuente: Rosa Luxemburg Stiftung, 2 de enero de 2019

 

El asesinato de Rosa Luxemburg: tragedia y farsa  

Lara Fiegel

Lara Fiegel, relevante historiadora cultural británica, reseña el libro de Klaus Gietinger, The Murder of Rosa Luxemburg (Verso, Londres, 2018), recién traducido al inglés del original alemán aparecido en 1993.

 "He aquí un mundo en desorden", canta el coro en una obra inacabada que comenzó Bertolt Brecht en 1926, "¿Quién está dispuesto entonces/ A ponerlo en orden?". Rosa Luxemburg era la respuesta, pero no tuvo oportunidad de ponerse manos a la obra. Ella y su compañero espartaquista, el dirigente Karl Liebknecht, fueron brutalmente asesinados en enero de 1919, justo cuando parecía haber llegado su momento.

Alemania se había rendido, 40.000 marineros alemanes se habían amotinado en Kiel y había huido el káiser, dejando que el Partido Socialdemócrata (SPD) se hiciera con el control en lo que bautizaron como una revolución. Pero para la Liga Espartaquista (comunistas escindidos del SPD) esto no era suficiente. Alemania tenía que seguir a Rusia en una transformación a gran escala. El SPD había traicionado a los trabajadores al votar en favor de la guerra en 1914 (Liebknecht fue el único miembro del Reichstag en votar en contra), quedando paralizado por las combinaciones de conservadurismo,  indecisión y rotundo pánico. El 4 de enero, el gobierno destituyó al jefe de policía, de simpatías comunistas, desatando una extendida huelga general, que se convirtió en violenta cuando el gobierno dio instrucciones al GKSD (una unidad paramilitar de élite [la Garde-Kavallerie-Schütze-Division]) de eliminar a los comunistas, provocando que los espartaquistas apremiaran a una revuelta armada. El 15 de enero, el GKSD capturó a Luxemburg y Liebknecht en Berlin; a las pocas horas estaban muertos.

¿Quién los asesinó? En la época, el GKSD afirmó que había sido una multitud iracunda. Quedó claro enseguida que fue el GKSD el que había llevado a cabo los asesinatos, pero la identidad de los asesinos siguió siendo incierta. En 1993 Klaus Gietinger publicó en Alemania un libro [Eine Leiche im Landwehrkanal. Die Ermordung Rosa Luxemburgs (Un cadáver en el canal Landwehr. El asesinato de Rosa luxemburg)] que identificaba a los militares concretos responsables de dar las órdenes y apretar el gatillo. Se publica ahora en inglés coincidiendo con el centenario de los asesinatos, en traducción de Loren Balhorn.

El asesino de Luxemberg fue identificado como Hermann Souchon, un oficial del GKSD. Al entrar Luxemburg en el coche que la transportaba a la cárcel, Otto Runge le golpeó en la cabeza con la culata del rifle y Souchon le puso una pistola en la sien izquierda y disparó. Murió al instante y su cuerpo fue arrojado a un canal por el oficial de transportes Kurt Vogel. El asesinato lo había ordenado Waldemar Pabst, primer oficial de Estado Mayor del GKSD, que se adjudicó la responsabilidad de los asesinatos en una serie de entrevistas tristemente célebres en los años 60, declarando que "los tiempos de guerra civil tienen sus propias leyes" y que los alemanes deberían agradecérselo tanto a él como a Gustav Noske, ministro de Defensa del SPD, "¡y puestos de rodillas, levantarnos monumentos, y bautizar con nuestros nombres calles y plazas!".

La Historia se repite "primero como tragedia y luego como farsa", como decía Marx, y Gietinger es bueno a la hora de mostrar el absurdo de la farsa que siguió al asesinato. Se celebraron una serie de juicios en los que los dirigentes del SPD se confabularon con los asesinos, nombrando como jueces a sus colaboradores. En mayo de 1919, el tribunal decidió que Runge había tratado de matar a Luxemburg y Vogel le había pegado un tiro, pero les condenó a una pena de dos años, dado que no lograron averiguar quién les había dado muerte. Cuando Vogel huyó a Holanda, las autoridades no pidieron su extradición, aterrados de que pudiera revelar la identidad de sus cómplices. De manera escandalosa, hasta en la Alemania Occidental de los años 60, cuando Pabst reveló que el asesinato lo había ordenado él, el gobierno emitió un comunicado en el que calificaba el doble homicidio de "legítima ejecución". En ese momento, Pabst divulgó que Souchon había sido el asesino, pero Souchon recurrió a la audaz medida de querellarse por difamación. El tribunal asignado para juzgar el caso se atuvo a los registros totalmente imprecisos del juicio de 1919, de modo que ganó el caso. Este libro proporciona, así pues, una coda importante a estos años, al demostrar, con la ayuda de diagramas y documentos, que el culpable fue Souchon.

Gietinger está menos versado en la exploración del significado de los asesinatos, que parece pensar podemos tomar como algo sabido. Aunque hay un nuevo prólogo, la editorial Verso no ha pensado en cómo hacer pertinente el libro para los lectores británicos o para 2019, dejando a un lado las cuestiones importantes de lo que pudiera significar hoy su muerte para nosotros. Gietinger nos dice que estos asesinatos constituyeron "una de las grandes tragedias del siglo XX". Pero ¿por qué? ¿Qué podrían haber logrado Luxemburg y Liebknecht si se les hubiera dejado vivir?

En 1919, la revolución con la que soñaban no parece que fuera tan inminente como temía el SPD. En primer lugar, los líderes espartaquistas estaban divididos respecto a cómo provocarla. Luxemburg seguía estando a favor de la democracia parlamentaria, y deseaba participar en las elecciones y lograr un respaldo mayoritario, mientras que Liebknecht estaba a favor de la acción directa y deseaba lanzarse a la calle. No tenían un modelo claro a seguir. Ella pensaba que la revolución había resultado fallida en Rusia debido a la centralización del poder llevada a cabo por Lenin y la eliminación de la oposición. "La libertad para los que apoyan al gobierno solamente, para los miembros de un partido solo (...) no es libertad en absoluto", escribió en La revolución rusa en 1918. Consideraba que Lenin y Trotski estaban equivocados al pensar que la transformación socialista podía seguir una "fórmula prefabricada", cuando de hecho la fórmula del cambio económico, social y jurídico yacía "oculta en las nieblas del futuro". Si iba Alemania a emular a Rusia, si el comunismo iba a ser el fenómeno internacional que ella creía que tenía que ser, eso iba a llevar a su tiempo, y la huelga general en Alemania no podía ser más que un primer paso tentativo.

¿Le habrían concedido este tiempo los espartaquistas, aunque el SPD hubierse estado preparado para ello? Parece improbable. No obstante, tiene razón Gietinger al calificar de tragedia sus muertes. Fue este un momento en el que lo "Sozial" del nombre del SPD significaba algo, en un sentido en que no lo significaba "sozialismus" en el nacionalsocialismo. Muchos de los protagonistas clave del asesinato de Luxemburg terminaron convirtiéndose en aliados de Hitler, que describió a Noske como "un roble entre estas plantas socialdemócratas". Pero en un entorno político más mezclado, sus tendencias nacionalistas y autoritarias podrían haberse visto sofrenadas, y sus tendencias socialistas podrían haber alcanzado mayor ascendiente. ¿Y si Alemania se hubiera fragmentado en sus antiguos estados, permitiendo que una selección de sistemas políticos se dieran unos contra otros? ¿Y si los aliados hubieran sido menos severos en las condiciones de paz? ¿Y si la visión de un mundo internacionalista que había dado lugar al nacimiento de la Liga de Naciones hubiese resultado más convincente? ¿Y si  hubiera regresado Luxemburg a Rusia, su tierra natal, y hubiese tratado de influir en los acontecimientos?

Resulta fácil todavía sentir la presencia de Luxemburg como un fantasma que obsesiona a Europa. Hay muchos mundos alternativos en los que habría podido marcar la diferencia, con su combinación de carisma, capacidad expresiva y lógica, su voluntad de aprender del pasado y seguir siendo optimista acerca del futuro, su compromiso dual con lo local y lo internacional. Gietinger escribe que cuando el SPD hundió el cuerpo de Luxemburg en el canal de Landwehr, "hundió con ella a la República de Weimar". No explica por qué es este el caso, pero es uno de los diversos momentos de duelo en este libro, intrusiones que son bienvenidas entre la escrupulosidad forense. Y desde luego, junto a Luxemburg podemos llorar un mundo en el que la izquierda radical tenía un papel que desempeñar en el gobierno democrático y en el que los principios internacionalistas y pacifistas seguían siendo más importantes que la autodeterminación nacional.

Fuente: The Guardian, 9 de enero de 2018

(*) Klaus Gietinger, guionista, director cinematográfico e historiador radicado en Frankfurt, ha publicado varios libros sobre el fascismo alemán y el movimiento comunista, así como una historia de los accidentes de automóvil. Su película más célebre es un clásico de 1985, Daheim sterben die Leut [La gente muere en casa]. Puede encontrarse más información sobre el autor en su página, www.gietinger.de

(*) Lara Feigel, doctora en Letras por la Universidad de Sussex, es profesora en el King's College de Londres. Como historiadora de la cultura y crítica literaria, sus trabajos se centran en la literatura, el arte y la historia política de los años treinta y la segunda guerra mundial. Es autora de 'Literature, Cinema and Politics, 1930-1945' y 'The Love- Charm of Bombs' y colabora en medios como The Guardian, Prospect o History Today. Su último libro es 'Free Woman: Life, Liberation and Doris Lessing' (Bloomsbury).

Fuente: Varias

Traducción: Lucas Antón


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