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El tercer pecado de la izquierda: el lumpen

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Por Esteban Valenti (*)

Una diferencia muy importante entre el Uruguay del 2004 y el actual, luego de 14 años de gobierno frenteamplista es la extensión territorial, ideológica y moral del lumpenproletariado. Simplifiquemos: el lumpen.

Es un término que desde sus orígenes en la obra de Marx y Engels, "La ideología alemana" de 1845 y sobre todo en su directa relación con el papel contrarrevolucionario jugado por el lumpen en el golpe de estado de Luis Bonaparte en 1851, ha evolucionado, la Real Academia lo define como «la capa social más baja y sin conciencia de clase». Yo subrayo y complemento, sin conciencia de clase ni tampoco cívica.

Las estadísticas muestran que en el 2004 había 39.6% de pobres y 19.4% de desocupados y esas cifras han variado drásticamente, hay 9% de pobres y un guarismo muy similar de desocupados. Sin embargo desde el punto de vista de una evaluación cualitativa en profundidad, se puede decir que la pobreza y la marginalidad asumieron características diferentes y, que del otro lado de la línea de la integración social y cultural, que siempre fue un gran objetivo de la izquierda y una característica del estado de bienestar del primer batllismo y fue además una diferencia muy importante con la realidad social y cultural del resto de los países de la región, se ha quedado un sector duro y rocosa de los uruguayos.

Hoy en el Uruguay hay una consolidación de sectores de pobreza y marginación, pero también de delito organizado en torno al que se mueve el resto de la delincuencia, con poder económico y de fuego como nunca antes. Ese sector es el que explica en primer lugar el aumento constante, tendencial, del delito, del delito violento, de los asesinatos, del crecimiento de los asentamientos marginales en Montevideo, Costa de Oro y varias ciudades del interior. Sin que eso implique unirlos ambos fenómenos mecánicamente.

No nos hagamos los distraídos y los cómodos y pensemos que ese sector social, que aparentemente vive al margen de todo, igualmente piensa, actúa en política, influye en las instituciones locales, se organiza y es considerado en ciertos ambientes políticos. Están trenzados en decenas de actividades diversas, desde el juego, las microfinanzas barriales, financiación de diversas actividades. Aunque también hay lumpen en algunas empresas de entretenimiento importantes.

El lumpen está hoy también integrado por ese sector de la sociedad que es analfabeto por voluntad propia, por incultura asumida, porque no lee, no se preocupa por incorporar nuevos conocimientos, porque es alimentado desde una parte de los medios, por el entretenimiento más básico y elemental y porque se siente orgulloso de ser lumpen, aunque lo llame con otros nombres. Y además no es necesariamente el más pobre, sino el más inculto y una parte de la política atiende especialmente a ese sector más cultural o anti cultural, que social.    

Su extensión y cambio de contenidos hace del lumpen uno de los principales enemigos de la cultura del trabajo, y más en general del trabajo lizo y llano.

Otro fenómeno que tendríamos que seguir es la presencia y la migración del lumpen en las redes sociales, en la pos verdad y en la pos política.                  

Que en la información, en los noticieros, en los procesos judiciales, en el relato más común y digerido aparezcan divididas, separadas, diferentes, forman parte de una trama, de una cultura que ha crecido en la sociedad uruguaya, que ha lumpenizado zonas enteras de nuestra sociedad y áreas de nuestra mentalidad. Ni que hablar que tienen que ver de forma muy estrecha con ciertos barras bravas del fútbol y del basketball.

Tienen una característica genética: crecen, se expanden, como se expande el consumo de drogas, que desde hace bastante tiempo han roto los límites de los pobres y golpean a familias de muy diversos sectores sociales. El mecanismo que utilizan es reclutar en forma permanente eslabones comerciales y criminales de la cadena, mejor dicho de las cadenas.

Los que conocen del tema, lo han sufrido en sus familias, saben perfectamente a que me refiero, a que todos los intentos de sacar a los muchachos del vicio, tiene un enemigo implacable, el vendedor, el eslabón de la cadena, la boca. No esperan, te van a buscar, te regalan las primeras dosis, te enganchan.

Tenemos pocos datos, y podríamos y tendríamos que tener muchos más datos y más precisos y sobre todo un estudio sistemático y desde diversos ángulos de este proceso.

Los últimos episodios de allanamientos en complejos de viviendas expropiados por bandas de narcotraficantes demuestran de manera concluyente que tienen estrategias estudiadas, actuadas durante años e ignoradas por las autoridades, que recién comienzan a reaccionar.

¿Alguien puede creer realmente, con un mínimo de rigor que inteligencia policial, necesitó tanto tiempo para saber donde operan esas bandas, que disponen incluso de circuitos cerrados de televisión en determinadas zonas y, como lo operan, en un territorio del tamaño de Montevideo y zonas de Canelones, pero que se extiende al interior del país, en especial a Maldonado?

¿Es solo ineficacia? No, absolutamente no, hay zonas de complicidad, de benevolencia, de justificación de ciertos aparatos del Estado con el lumpen. Y no le echemos la culpa al más cercano, a la policía, es más complejo y profundo.

El lumpen no es fiel a nadie, solo utiliza lo que necesita y si no le sirve lo tira, lo desprecia, lo destruye.

El lumpen empobrece todo el tejido social y cultural, porque efectivamente apoya su crecimiento y su supervivencia en las condiciones más básicas, del lenguaje, de la comunicación, del consumo y de la anulación del civismo y de la convivencia. Es el escalón más bajo de la degradación de una sociedad.

Algunos no lo han visto de esa manera, al contrario, en algunas ocasiones además de convivir y explicar desde la benevolencia el fenómeno, han tratado de aprovecharlo. Se consideran tan por encima de todos los demás, que desconocen la historia. Las peores causas, los movimientos más retrógrados siempre se han basado en el lumpen, desde el fascismo al nazismo.

 El fracaso de las actuales políticas sociales, es que lejos de sacar a los pobres de su condición, los institucionalizó y creó una burocracia que debe en primer lugar justificar su propia existencia, no en los impactos, sino en los mecanismos. Hace cosas, y gasta e invierte recursos, pero no ha modificado en absoluto las tendencias duras de la lumpenización. Le falta visión estratégica y puntería.

La principal puntería es hacia los niños, hacia la reproducción de la pobreza y el lumpen tanto en su condición social como cultural y en cierto sentido ideológica. ¿Por qué? Por dos causas fundamentales, por la pobreza profesional y conceptual que se ha consolidado y en segundo lugar porque un cambio de rumbo implicaría una autocrítica demasiado profunda, demasiado brusca y de izquierda y elaborar una base teórica que no existe. Se ha perdido demasiado tiempo sin estudiar, sin investigar, sin ampliar los horizontes en serio y cuidando los asientos. No solo en el MIDES, sino en todo el entramado de las políticas sociales, educativas, de prevención en la salud, de presencia de las instituciones.

Una autoridad afirma por televisión que 50 mil niños no van a clases en la educación pre escolar y la discusión más profunda es si le tenemos que pagar o no la asignación familiar. ¿Y qué más?

Vean la edad promedio de los miles y miles de presos que tenemos encerrados y que encerramos en estos 14 años, eso creo que pueden hacerlo, que esos datos se pueden obtener sin subvertir los procedimientos y convocar el plan Atlanta, y se darán cuenta, nos daremos cuenta que el promedio de edad es menor a los 25 años. En un país envejecido, que este año tuvo 3.000 nacimientos menos que el promedio, ese dato es una tragedia mayor. Y en los palacios del poder duermen todos tranquilos.

Lo que nos está matando no son las balas de los ajustes de cuenta, sino el barro donde sobreviven decenas de miles de niños y jóvenes uruguayos. Barro en sus camas, en sus mesas, en sus pies, en sus sueños y horizontes y en sus expectativas. ¿Debemos resignarnos o incluso aumentar y alimentar ese barro sin conciencia de clase ni de ciudadanos?

Una de las mayores y más trágicas paradojas de los gobiernos de izquierda, es que hicieron que el país fuera el más rico de toda su historia, pero también que el lumpen fuera el más encarnizado, el más tenaz y el más resistente. Algunos pensarán que les conviene.

Recuerdo haber escuchado hasta el cansancio en los discursos de las campañas electorales del anterior Frente Amplio, que nos proponíamos formar ciudadanía, que ese era nuestro gran compromiso democrático, una variante de lo mismo fue el compromiso de construir un país de primera. ¿Dónde estamos? Muy pero muy lejos, más lejos que antes.

El lumpen es lo más alejado que hay en una sociedad a un ciudadano, aunque vote.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay


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