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El segundo pecado de la izquierda: la cultura del trabajo

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Por Esteban Valenti (*)

Esta si es una paradoja, si hay algo que identifica o debería identificar a la izquierda, es el trabajo, los trabajadores de todo tipo, manuales, intelectuales, investigadores, educadores, todos.

Pues en los 14 años de gobierno de izquierda, nunca se ha dado una caída tan estrepitosa de la cultura del trabajo en el Uruguay, a pesar de haber sido el único periodo en la historia nacional en que aumentaron los salarios de manera ininterrumpida durante los 14 años.

No solo en la práctica, en los hechos, sino en algo mucho más peligroso, en la ideología de la vagancia, de la falta de empeño en el esfuerzo, en que cuando alguien cumple en su trabajo, o lo disimula bien hay que pagarle extra, hay que pagarle un premio. Esto que escribo hoy no da un solo voto, y no me importa un reverendo pito, lo que si estoy seguro, es que el Uruguay no será un país desarrollado, más libre, más justo socialmente si no resolvemos este grave problema.

Nunca hubo en la historia de los registros del BPS y sus alrededores, tantos empleados y trabajadores que se enfermaron y faltaron al trabajo como en estos años. ¿Eso es una conquista de la lucha de clases, eso da confianza y confiabilidad al país y al trabajo?

Las cifras fueron divulgadas, discutidas y "ocupan" a las autoridades nacionales, del Ministerio de Trabajo e incluso del BPS, pero no pasa de allí y esto influye en el Estado y en las empresas privadas. ¿Tanto empeoró el estado de salud de los uruguayos? No, es una grave situación que nadie se anima a denunciar, a denunciar en toda su gravedad.

Esa es una sola de las manifestaciones de la incultura del trabajo, la otra la expresó de manera concluyente y brillante en un discurso en el 1ro de mayo del año 2013 el dirigente de origen anarquista de la bebida, Richard Read. Lo dijo alto y fuerte y causó un gran revuelo y todavía lo sigue causando https://youtu.be/yfshYhQdq44 Dijo una enorme verdad que los sindicatos no quieren afrontar en absoluto. Se trabaja poco, se trabaja mal, se desprecia al buen trabajador.

A lo que se agrega lo que afirmó RicharRead el 15 de setiembre del 2014 en una asamblea de Fabricas Nacionales de Cerveza: "Tenemos un estudio, uno por uno, quién faltó y quién no faltó. Hay 145 jornadas totales, multiplicadas por oho, que no se trabajaron por ausentismo laboral, porque no vas y no avisás. Tenemos los nombres de cada uno. Pues se terminó. El que quiera seguir faltando que siga faltando, pero no labura más en la cerveza" Así de claro así de duro.

La  incultura del trabajo se ha extendido también al mundo empresarial, porque se acepta y se convive con esa realidad y la competitividad es reclamada por el tipo de cambio, las tarifas públicas, el costo del Estado, que son reclamos justos, pero nunca por el aumento de la productividad por la vía de la tecnificación, de la investigación y modernización de los procesos productivos y en la mejora del capital humano y en la calidad del trabajo.

Y los mayores costos simplemente se trasladan a los clientes. Ese es el ejemplo clásico en la construcción.

Hay obras emblemáticas en ese sentido, como por ejemplo la fábrica de celulosa de Monte del Plata, que tuvo un "tratamiento" especial en cuanto a huelgas, trabajo a desgano, mayores costos laborales y que no fue debido a problemas espontáneos, sino a una labor organizada de parte del sindicato y aceptada por muchas empresas sub contratadas que además aumentaron de esa manera sus ganancias. Pero todos callados...

Ha sucedido lo mismo o peor en la construcción de la planta generadora de energía eléctrica de ciclo combinada de Punta del Tigre de UTE, donde la empresa Hyundai, responsable de la obra y de los equipamientos, entabló un juicio al Estado por 350 millones de dólares. La lista de lo que le hicieron a esa obra daría para una novela, en especial la carpa dormitorio instalada en las inmediaciones.

Otra que cultura del trabajo, allí funcionaba una escuela avanzada de boicot al trabajo.

Otro ejemplo, la empresa privada de producción de portland, Cementos Artigas, produce anualmente 430.000 toneladas, mientras que ANCAP produce, en la actualidad casi lo mismo, con una pequeña diferencia, tiene más de 4 veces el número de personal que la empresa privada...¿Hay algo más que agregar? ¿Se entiende el origen de las pérdidas de la empresa pública?

En varias empresas del Estado se ha instalado una confusión ideológica muy peligrosa y profunda, el sindicato, considera que la empresa es de ellos, de los trabajadores sindicalizados y no de todos los uruguayos y por ello sus reivindicaciones en algunos casos llegan a niveles absurdos. Como por ejemplo el mantenimiento de un servicio de salud único y propio en ANCAP. Advirtieron que si se terminaba ese servicio sería la fin del mundo. Se terminó. ¿Y? Los trabajadores gozan de los mismos derechos que tienen todo el resto de los uruguayos en materia de salud y no sucedió absolutamente nada.

Un ejemplo del aporte de la izquierda a la cultura del trabajo, se dio durante la intendencia del doctor Tabaré Vázquez, que sin que los trabajadores municipales ni siquiera se lo solicitaran, y cuando su número era astronómico, más de 12.000 empleados, decidió entregarles graciosamente y sin ninguna contraparte las seis horas diarias. Antes trabajaban 8 horas diarias. Todavía hoy los montevideanos estamos pagando las consecuencias de esa decisión.

Es que la pobreza ideológica de la izquierda actual no logró incorporar a su razonamiento, a su elaboración el concepto que el trabajo bien hecho, con responsabilidad es un valor social y cultural muy importante para el avance de una sociedad, para alcanzar altos niveles de justicia social. Concepto que en la vieja izquierda y en los sindicatos antes de la dictadura estaba incorporada.

Es más, algunos sindicatos consideran que trabajar mal y poco, es parte de las conquistas laborales y de la lucha de clases. Aunque nadie se anime a proclamarlo en forma explícita y clara. Simplemente lo practican y lo difunden subterráneamente.

El pago por presentismo, es un absurdo total. Se supone que si te pagan por ocupar un puesto de trabajo durante determinado tiempo, si además te pagan las horas extra, la nocturnidad y otras justas conquistas sindicales, pagarte un suplemento simplemente por cumplir tus obligaciones es una ridiculez. Pero en varios convenios y negociaciones colectivas está instalado el concepto. Incluso el famoso PADO de la policía es una variante del pago por presentismo.

 ¿Cómo puede haber cultura del trabajo si no hay premios ni consecuencias por los esfuerzos, los aciertos y por los errores las faltas o cosas peores? Me refiero al sector público en toda su extensión imaginable. Pero también en algunas empresas privadas importantes.

En la educación, donde las consecuencias por la falta de empeño, de esfuerzo, de cumplimiento por parte de algunos docentes, no todos, pero unos cuantos, es irreparable, la comparación con otros tiempos, otros docentes, otra actitud y otros rendimientos es abismal. "Solo el 50% de las faltas de docentes están justificadas por enfermedad. En tanto, 5% de los profesores son "faltadores contumaces", según señaló la directora general de Secundaria, Celsa Puente.

Y pagan justos por pecadores, porque hay miles y  miles de maestros, profesores, docentes en los diversos niveles que realmente sienten su vocación, su responsabilidad y hacen un gran esfuerzo.

Esta ha sido una tendencia ascendente, que ha ido empeorando bajo nuestros ojos sin que se hable de ello y ahora en tiempos de elecciones, no conviene ni siquiera mencionarlo. El problema es que esa incultura del trabajo, en todos lados, inclusive en la salud, que conviene no olvidar, la pagamos todos, incluso los que no trabajan bien, los que no quieren progresar, más que en los sueldos, los que faltan a troche y moche, porque lo que se compromete es el desarrollo del país, pero también la cultura nacional del esfuerzo, de la calidad, del respeto por los demás.

Sobre todo por respeto a los muchos que realmente producen, se ganan su sustento o su ganancia poniendo realmente el cuero, las ganas, la inteligencia, la pasión por el trabajo bien hecho. El Uruguay está lleno de ejemplos de hoy y de ayer de ese tipo de personas.

La incultura del trabajo es un círculo vicioso, que además ha sido alimentada con algunas ingeniosas y supuestamente graciosas frases de algún gobernante. No, los uruguayos no somos genéticamente vagos, despreocupados por el trabajo, eso es de lumpen, de gente sin conciencia social ni cívica. Sea trabajador o sea empresario en serio. Mucho más, tendría que ser una obligación de los gobernantes a todos los niveles y sus ejércitos de asesores y cargos de confianza ser un ejemplo. Que entre paréntesis deberían reducirse drásticamente y exigirles a los que queden mayores rendimientos, más y mejor trabajo, para colaborar también con ese ejemplo.

Los que cambiaran para mejor esta sociedad serán sin duda los buenos y honestos gobernantes, pero también sin falta e inexorablemente los buenos y honestos trabajadores y empresarios a todos los niveles. Los parásitos, los haraganes, los atorrantes nunca cambiaron nada, sobrevivieron.

Y sin son magos encuentren algo de esto en algunos programas de gobierno. Es que para ello haría falta autocrítica, análisis profundo de las carencias y los errores. Y eso está prohibido por los sacrosantos intereses electorales. Y porque además les toca a muchos personalmente.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay.


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