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Cómo la renta básica universal resuelve la inseguridad generalizada y la desigualdad radical.

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Por Daniel Nettle (*)

Respuesta a las cuatro grandes objeciones de los críticos de la Renta Básica.

«¿No podemos encontrar un método de combinación [las ventajas del anarquismo y el socialismo]? Me parece que sí podemos [...]. El plan que defendemos consiste esencialmente en esto: que un cierto ingreso pequeño, suficiente para las necesidades, debería ser seguro para todos, trabajen o no.» Bertrand Russell[1]

«Un conjunto de cambios psicológicos positivos resultarán, inevitablemente, de la seguridad económica generalizada.»

-Martin Luther King[2]

Hoy debería ser el mejor momento para estar vivo. Gracias a muchas décadas de crecimiento de la eficiencia productiva, los recursos reales disponibles para permitirnos hacer la cosas que valoramos -los aguacates, las bicicletas, los instrumentos musicales, los ladrillos y vidrios- son más abundantes y de mejor calidad que nunca. Así, al menos en el mundo industrializado, deberíamos estar viviendo en la Era de Acuario, la era donde el problema más urgente es la autorrealización, no la mera subsistencia: no «¿Cómo podemos vivir?», sino «¿Cómo debemos vivir?».

¿Por qué, entonces, no sentimos que es el mejor momento? Al contrario que las predicciones de los economistas de mediados del siglo XX, la era del bienestar universal no se ha materializado realmente. Las horas de trabajo son iguales que las de nuestros padres, si no más, y la calidad del trabajo no es mejor para la mayoría de la gente. Mucha gente tiene varios trabajos que no disfruta, solo para mantener un techo sobre sus cabezas, comida en la mesa y las luces encendidas. De hecho, mucha gente es incapaz de satisfacer sus necesidades básicas a pesar de tener un trabajo: la gran parte de la ley de bienestar de Reino Unido, dejando a un lado las pensiones de jubilación, está destinada a mantener  a quienes tienen trabajo, no a los desempleados. Miles de personas duermen en la calles de Gran Bretaña cada día. La deuda privada está a unos niveles sin precedentes. Muchas personas se sienten demasiado agobiadas como para pensar en la autorrealización.

Espectros gemelos acechan la tierra y ayudan a explicar la brecha entre lo que nuestros abuelos esperaron y lo que se ha materializado. Estos espectros son los de la desigualdad y la inseguridad. Inseguridad, en este contexto, significa no poder estar seguro de que uno será capaz de afrontar las necesidades básicas de uno mismo llegado el momento, ya sea por un aumento del coste o por fluctuaciones de ingresos. La inseguridad es dañina psicológicamente: muchas tipologías ponen la seguridad como una de las más básicas necesidades emocionales humanas.[3] La inseguridad frustra la actividad emprendedora: una de las grandes razones de que la gente no consolide sus ideas innovadoras es que éstas son por definición arriesgadas, y estas personas se preocupan de traer pan a la mesa mientras las prueban. La inseguridad disuade a la gente de invertir en desarrollar sus habilidades: ¿qué pasa si no pueden comer antes de que la inversión empiece a dar sus frutos? Fomenta la racionalidad de corto plazo: ¿quién perfeccionaría una casa o un vecindario del que debieran irse en el plazo de unos meses por razones que escapan a su control? También aumenta la probabilidad de conducta antisocial: no robaría una barra de pan si supiera que no hay peligro al haber estado hambriento, pero si me enfrento al peligro del hambre mañana, yo consideraría seriamente el robarla.[4] La inseguridad es un problema que afecta especialmente a todos quienes tienen poco para empezar: de aquí el vínculo entre inseguridad y desigualdad.

Grandes problemas requieren grandes ideas. Nuestra actual generación de políticos no tiene realmente ideas lo suficientemente grandes para tratar los problemas de la inseguridad generalizada y la notable desigualdad. Las grandes ideas llegan a lo largo de varias décadas. La última fue hace unos cuarenta años: el neoliberalismo, la idea de que la competencia mercantil entre las corporaciones del sector privado traería los beneficios sociales que todos queríamos, mientras que el gobierno se abstuviera tanto como fuera necesario. Curiosamente, el neoliberalismo no fue, obviamente, una buena idea que los políticos de todo tipo «simplemente adoptaron». Llevó varias décadas de comunicación y promoción deliberada y cuidadosamente orquestadas, que no tuvieron éxito al principio, para eventualmente presentar,  en todo el espectro político, esa idea como tan de sentido común como para ser obvia.[5] No creo que ninguno de los primeros defensores del neoliberalismo pudiera haber soñado que tras treinta años de implementación de su gran idea, los ingresos disponibles de la familia media pudieran haberse estancado o disminuido; la fe pública en el capitalismo corporativo se habría esfumado; incluso el partido conservador del Reino Unido habría de conceder que los mecanismos de mercado no funcionan realmente como se previó;[6] o el mayor partido político del Reino Unido estaría defendiendo los precios dictados por el gobiernos en un área, el abastecimiento de energía, donde el modelo de mercado neoliberal fue seguido hasta su conclusión lógica. Parece como si estuviéramos abandonando una gran idea, esperando que venga algo distinto.

            Nuestros actuales políticos se proponen tratar con los síntomas de manera fragmentaria -un aumento del salario mínimo aquí, un límite de precio allí, el control de la renta en otro lugar; créditos fiscales para esta gente; ayuda económica para comprar vivienda a estos otros-. Como mucho estamos tratando con el mismo síntoma a la vez. Cada intervención fragmentaria acrecienta la complejidad del estado; divide a los ciudadanos bajo cada vez más sutiles grupos ad hoc elegibles cada uno para diferentes transacciones; requiere más burocracia monitorizada; y a menudo tiene repercusiones perversas e indeseados. Por ejemplo, ayudar a jóvenes a comprar una casa con un subsidio económico del gobierno solo mantiene los altos niveles del precio de vivienda. Los vendedores pueden simplemente tener en cuenta el precio de la transferencia que recibirán del gobierno. La política sería mucho menos popular si millones de libras de contribuyentes fueran entregadas directamente a las grandes corporaciones de desarrollo inmobiliario, pero es que podría decirse que es lo que se ha hecho. No, necesitamos algo más sistemático; una idea más ambiciosa. Esta gran y audaz idea podría ser la Renta Básica Universal.

            Una Renta Básica Universal (RBU) es un pago económico regular para todos los adultos con derecho, trabajen o no, sin atender a sus otros medios y sin condición alguna. Recibirla es un derecho fundamental que viene del hecho de ser miembro de la sociedad: la gente puede saber que estará ahí siempre, ahora y en el futuro. No debe ser una fortuna, sino que debe ser suficiente para que nadie pase hambre o frío nunca.

            Los argumentos para la RBU están bien sintetizados en otras partes, así que no los repetiré a fondo.[7] Todas las sociedades desarrolladas concuerdan en la necesidad de proteger a sus ciudadanos de necesidades desesperadas que les puedan aparecer, habitualmente por razones fuera de su control. En cualquier caso, las vías por las que actualmente hacemos estas transferencias son increíblemente complejas. Guy Standing señala que en los EE. UU. hay al menos 126 programas de asistencia federal diferentes, por no mencionar los estatales.[8] En el Reino Unido, las personas han tenido, hasta recientemente, que ser evaluadas separadamente para recibir la ayuda por desempleo, apoyo sanitario, apoyo profesional, desgravaciones fiscales para trabajadores (que equivalen a la ayuda por bajos ingresos), etcétera. El nuevo sistema de Crédito Universal solo simplifica parcialmente este fárrago. Cada programa condicional genera una burocracia de evaluación y la necesidad de un constante control de admisión, de un costo enorme.

            Además, las dotaciones condicionales siempre generan problemas de incentivos. Si vuelves al trabajo después de ser desempleado, pierdes los beneficios. Si eres cuidador y la persona a tu cargo se recupera, eres económicamente penalizado: será mejor que la mantengas enferma. Si tus salarios y horas aumentan, pierdes en reducción de prestaciones. Bajo el nuevo sistema británico de Crédito Universal, el tipo impositivo marginal (la suma que pierdes por cada libra extra que ganas en el mercado de trabajo si eres un beneficiario) es de un 80%, ¡y este programa fue una reforma diseñada para incrementar los incentivos a trabajar! Más aún, este 80% no tiene en consideración el hecho de que si te sales brevemente de la admisibilidad, por ejemplo por un trabajo de temporada, no es seguro cuándo y ni siquiera si podrás volver más tarde, en caso de necesitar el dinero. Esto es un desincentivo para coger el trabajo. Es muy difícil eliminar estas perversidades dentro de cualquier sistema de dotaciones condicionales por circunstancias específicas.

            La RBU, por lo tanto, aparece como una buena idea. Está lejos de ser nueva. Tiene raíces fragmentadas en los siglos XVIII y XIX. En el siglo XX hubo una ola de entusiasmo en la década de 1920 y otra en los últimos años de los 60 y los 70. La segunda ola generó un consenso positivo, propuestas políticas específicas y una buena cantidad de experimentaciones, pero acabaron por ser tomados otros caminos. No obstante, la idea nunca murió. Está ahora de vuelta en la conciencia política en gran medida.

            ¿Por qué, cuando la RBU aparece como una buena idea, cuando ha estado mentalmente disponible para nosotros durante tanto tiempo, cuando tantas personas inteligentes la han modelado y encontrado deseable, por qué, entonces, no hay sociedad desarrollada en la tierra en la que haya sido implementada? En parte se debe a que los gobiernos democráticos, de hecho la sociedad en general, es pobre en cuanto a una reforma sistémica de largo alcance, y en su lugar encuentran más fácil juguetear con los sistemas existentes. Son solo los políticos marginados quienes se atreven a proponer un cambio masivo -no tienen nada que perder-. Pero también a que la psicología humana es un obstáculo para la RBU, y esto es lo que me interesa en este ensayo. Como Pascal Boyer y Michael Bang Peterson han argumentado recientemente[9], cuando nosotros (los no especialistas) pensamos sobre cómo la economía puede ser organizada, no derivamos nuestras conclusiones de una teoría formal, simulaciones o evidencias sistemáticamente investigadas. No, generalmente volvemos a caer en simples heurísticas sociales, como «si alguien tiene un beneficio, debería pagar un costo acorde»; «más para ti es menos para mí»; o «la gente debe solo recibir ayuda cuando lo necesita». Estas simples heurísticas sociales son todas buenas para los problemas que deben resolver -básicamente, regulación diaria de las interacciones sociales diádicas o de grupos pequeños-. Pero no nos llevan automáticamente a las conclusiones correctas cuando se trata de diseñar instituciones óptimas para un sistema complejo como la moderna economía capitalista. 

            Ciertos aspectos de la idea de la RBU violan una de estas simples heurísticas sociales. De hecho, la RBU a veces consigue violar dos diferentes y contradictorias simultáneamente, tal y como veremos. Estas violaciones son como notas algo desafinadas: solo se ven erróneas, antes de que uno haya podido pensar algo sobre ellas. Los políticos tienen miedo de esas reacciones; no les gusta ir a la campaña y al mitin con las mismas objeciones inmediatas de siempre. Si quieres construir un consenso sobre la RBU, debes analizar estas notas desafinadas con algo de cuidado y desarrollar una contra-estrategia. Para que la RBU sea mayoritaria, un caso positivo necesitará ser hecho y diseñado dentro de simples heurísticas sociales fácilmente disponibles. Si no podemos hacer de esto un sentido intuitivo, será confinado para siempre en el mundo de las políticas friquis.

            Afortunadamente, el reto puede ser conocido. Nuestras simples heurísticas sociales no constituyen un sistema formalmente consistente, como la aritmética (¿por qué harían de serlo?). De hecho, son un diverso manojo de corazonadas frecuentemente contradictorias y reacciones morales, cada una provocada por señales contextuales particulares. Por ejemplo, tenemos fuertes intuiciones de que la gente no debe tener un beneficio sin pagar un costo proporcional, pero estas intuiciones solo se accionan cuando ciertos grupos de características están presentes en la situación. Estas características incluyen: los recursos son lo suficientemente escasos, todas las unidades adicionales son valiosas para mí; los recursos fueron creados por un esfuerzo individual deliberado; la persona beneficiara es algo diferente a mí, de modo que sus intereses no están íntimamente ligados a los míos; y es factible controlar quién recibe qué a un costo razonable. Las características no siempre se obtienen: los recursos podrían ser más abundantes que lo que nadie necesita; su adquisición podría ser principalmente una cuestión de suerte; las otras personas podrían ser fundamentalmente similares a mí, o sus intereses cercanos a los míos; o el costo de controlar quién recibe qué podría ser prohibitivo. En situaciones tales, los humanos de todas partes se registrarían feliz e intuitivamente en la propuesta: los recursos deberían compartirse sea como sea. Hay varias maneras a través de las cuales puede ocurrir esto: la comunidad pura, donde cada individuo cualificado se limita a tomar lo que quiere, o la igualdad recíproca, donde a todo individuo cualificado se le distribuye una parte igual como derecho. Toda sociedad tiene dominios en los que la comunidad o la igualdad recíproca son desplegadas en preferencia al precio de mercado (la regla del «debes beneficiarte solo si pagas un costo proporcional»).[10]    

Los cazadores-recolectores afrontan el gran juego -arriesgando y produciendo un gran excedente cuando llega- por intercambio comunitario. Incluso en las sociedades occidentales con más propiedad privada, el intercambio comunitario es ubicuo. Los hogares, por ejemplo. Si compro un litro de leche, no cobro a mi mujer al final de la semana por lo que ha consumido. Su casa es mi casa.* El intercambio comunitario o la igualdad recíproca ocurren también fuera de los hogares. Es un anatema el sugerir que los residentes de Summerhill Square podrían cobrar a los peatones por el aire que respiran si caminan a través de él. Muy poca gente piensa que aquellos quienes pagan más impuestos deberían obtener más voz. Cuando han sido hechas propuestas de mover un recurso del dominio de la comunidad o de la igualdad recíproca al del precio hay protesta: lo atestigua la respuesta a las propuestas de peajes en lugares donde el uso de las carreteras es gratis; o el cobro de dinero a las puertas de los parques urbanos. El caso de la RBU es el de desviar parte -no tiene que ser todo- del dinero a otro camino, fuera de la condicionalidad y dentro del dominio de la igualdad recíproca. Comprender esto requiere encuadrar tu entendimiento de la actual situación económica de manera que desencadene las intuiciones de igualdad recíproca apropiadas. Aquí, como en muchos otros ámbitos políticos, aquellos quienes determinan el encuadre del problema llegan a tener una gran influencia en la solución.[11]

Sea cuando sea que uno habla sobre la RBU, escucha las mismas objeciones, que incluyen:

¿Cómo podemos permitirnos tal programa?

¿Por qué debería yo dar mi dinero a personas que no hacen nada a cambio?

¿Por qué trabajaría alguien si le dieran dinero gratis?

¿Por qué deberíamos dar dinero a los ricos, que no lo necesitan?

La primera de las objeciones es la más fácil de despachar. Ha habido costos recientes detallados para el Reino Unido, los cuales varían en sus supuestos, pero el consenso es que la introducción de una modesta iniciativa de programa de RBU requiere sorprendentemente poca alteración de nuestro sistema de gasto y nuestros impuestos actuales; quizá modestas subidas de impuestos, quizá ningún cambio, quizá recortes fiscales.[12] Si esto te sorprende, déjame darte los siguientes cálculos. Hay alrededor de 65 millones de personas en el Reino Unido, de los cuales el 63% están entre los 16 y los 64 años de edad. Tengamos en cuenta que los mayores de 65 años continuarán con su actual pensión en lugar de la RBU, lo que nos da a lo sumo 42 millones de adultos que atender, más unos 12 millones menores de 16 años. Digamos que queremos dar 80 libras por semana a cada adulto. Esto costaría 171 millardos de libras por año. Y digamos también que queremos dar 40 libras semanales, a la madre o al tutor, a cada niño de menos de 16 años. Esto son otros 25 millardos, dando la bonita cifra de 200 mil millones de libras esterlinas en total.

Por supuesto, 200 millardos al año es una suma fulgurante. Pero el gasto del gobierno británico fue de 814 millardos en 2017,[13] así que estamos hablando de solo un cuarto de lo que el gobierno gasta, en cualquier caso. El aumento de ¼ del gasto del gobierno podría ser un movimiento arriesgado, pero esto no sería un incremento neto, ya que la RBU ahorra en otras partes. La ley de bienestar del 2017, sin pensiones de jubilación, fue de 153 mil millones de libras.[14] Es irrealista esperar un programa de RBU que reduzca esto a cero: la mayoría de los defensores de la RBU abogan por mantener alguna provisión extra para los discapacitados y, por el momento, también beneficios dependientes de pagar alquiler de vivienda en algunos casos (el coste de vivienda es tal alto en algunas partes de Reino Unido que mucha gente se quedaría sin techo si esto desaparece de la noche a la mañana). Pero, ciertamente, podríamos confiar en eliminar más de 100 mil millones de libras esterlinas, o 2/3, de la ley de bienestar no-pensionista, incluyendo una gran parte del coste administrativo. Así que estamos ya a medio camino.

            En este momento, la mayoría de adultos británicos pagan una tasa impositiva de cero por las primeras 8164 libras, un 12% de 8164 a 11500, y un 32% a partir de 11500 libras. Lo que significa que, en efecto, cualquiera que gane 11500 libras o más está efectivamente dando un regalo al estado de 3680 libras, comparado con pagar un impuesto estándar del 32% desde la primera libra. Esta figura -3680 libras por año- está, como puedes ver, no tan alejada de mi RBU inicial propuesta de 4160 libras, en cualquier caso. Las desgravaciones impositivas personales cuestan al gobierno alrededor de 100 mil millones por año de ingresos perdidos.[15] Si mi propuesta de RBU fuera introducida, sería razonable pedir a las personas pagar sus impuestos desde le primera libra. Para gente como yo que gana más de 11500£/año, la introducción de la RBU sería entonces básicamente neutral, mi factura tributaria ascendería unas 4000 libras, compensados por las 4000 que recibo en mi cuenta bancaria como RBU. Por lo tanto, si me permites aproximaciones muy amplias, pasar a una modesta RBU costaría unos 200 mil millones de libras por año, financiados por unos 100 mil millones de ahorros de servicios sociales y unos 100 mil millones de eliminar deducciones fiscales personales -prácticamente neutral fiscalmente. Y este es solo un análisis al uso de las posibles consecuencias financieras. Lo que los defensores creen es que habrá efectos secundarios positivos: la gente será capaz de cambiar a trabajos más productivos y agradables, o empezar actividades emprendedoras; la gente no tendrá desincentivos financieros para coger un trabajo ocasional o aumentar sus horas; las caras consecuencias psicológicamente negativas de inseguridad (ansiedad, depresión, adicción, quizá incluso crimen) mejorarán. Así, lo que acabe será un ahorro neto para el gobierno, no un costo neto.

            El programa inicial discutido arriba, y otras propuestas como esta, no son inmediatamente muy redistributivas. Aquellos que estén recibiendo todo el Crédito Universal acabarían con prácticamente lo mismo que de lo que tienen derecho ahora; y, como mencioné arriba, para personas acomodadas como yo, la RBU sería exactamente compensada con el crecimiento en mis impuestos.[16] Así que, ¿cuál es el punto de tal reforma? La respuesta debe darse con seguridad. Veo la RBU no tanto como una solución inmediata a la desigualdad (tendrías que ponerla muy alta para tener un efecto fuerte en las cifras de desigualdad), sino como un profiláctico contra la inseguridad. Para una persona rica como yo, no hay gran diferencia económica entre conseguir una desgravación fiscal personal y recibir una RBU, hasta que mi vida sea golpeada por un shock. Soy un acomodado actualmente, pero podría no ser así siempre. Pon que pierda repentinamente mi trabajo, o necesite el cuidado de mi mujer. Sé que la RBU continuará estando ahí, cada semana, sin ninguna acción requerida por mi parte. Puedo tener en cuenta esto dentro de mis peores expectativas. No ocurre lo mismo con la dotación efectuada por mi deducción fiscal personal. Y esto es, básicamente, la mejor respuesta a la objeción 4, «¿Por qué deberíamos dar dinero a los ricos, que no lo necesitan?». Bueno, mientras sigan ricos, son pagadores netos dentro del sistema, pues su factura tributaria excede a su RBU, así que les estamos dando dinero solo en cierto sentido contable. Pero es todavía mejor hacerles pagar una gran suma de impuestos y al mismo tiempo darles una pequeña RBU, más que solo hacer su tasa impositiva algo menor, porque podrían de repente devenir no-ricos en cualquier momento. La RBU está lista, llegada la hora. En cuanto a la objeción 4, necesitamos activar las heurísticas sociales: «cualquiera puede tener mala suerte» y «todo el mundo está potencialmente en el mismo barco».

            Hay una gran diferencia entre saber que 80 libras a la semana vendrán siempre a mi cuenta bancaria, esta semana, el mes que viene y el resto de mi vida; y el saber que, si las cosas me van mal, puedo pasar por un complejo proceso de solicitud, ser objeto de largos y humillantes exámenes burocráticos, tras los cuales si me retraso más de seis semanas no recibiré nada, unas 80 libras por semana pueden o pueden no empezar a aparecer en mi cuenta bancaria, y podrían ser retirados en cualquier momento si me retraso diez minutos para un entrevista, o se considera que no estoy lo suficientemente enfermo o no me esfuerzo lo suficiente en buscar trabajo.[17] Es irónico que el sistema que solemos denominar  como «seguridad social» proporcione el opuesto exacto de eso: provee una incertidumbre continua cual espada de Damocles. Los inseguros, tal y como aquellos que esperan decisiones de beneficios o sanciones de beneficios duraderos, tienen problemas de liquidez a corto plazo. Pierden sus casas y posesiones, o acaban teniendo que tomar prestado dinero a tasas de interés altísimas. Esto es caro y los introduce en una espiral de abyecta pobreza. Reducir la inseguridad podría tener un efecto indirecto en la desigualdad, parando esta espiral. Y los beneficios en salud y bienestar observados en pruebas de la RBU e ingresos mínimos garantizados, incluso en periodos cortos, han sido tan masivos que es difícil no concluir que la seguridad es algo interesante para los seres humanos, desproporcionada en cuanto a su valor monetario de dotación, como predijo Martin Luther King.[18]

            Qué decir de la objeción 2 («¿Por qué debería yo dar mi dinero a personas que no hacen nada a cambio?»). La objeción tiene dos partes: una es sobre mi dinero como mi dinero, y otra sobre dar a otras personas sin que ellas hagan nada a cambio. Ambas partes son importantes.

            Primero la parte de mi dinero. Todas las sociedades distinguen entre recursos de propiedad individual y recursos comunitarios, a pesar de que establecen la línea divisoria en lugares distintos. En toda sociedad, enajenar los recursos de propiedad privada de alguien es moralmente reprobable; pero privar de recursos comunitarios a las personas lo es en igual medida. Los tipos de señales que activan las intuiciones de la propiedad individual son: mi transformación del material considerablemente a través de la acción deliberada; los recursos me han sido dados por alguien a cambio de algo específico; o los recursos han estado en mi exclusiva posesión y uso durante algún tiempo. Los tipos de señal que activan las intuiciones de la propiedad comunitaria son: los recursos son muy abundantes; su uso es difícil de supervisar y dirigir; una pequeña parte de ella es esencial para la supervivencia de todos; y el tenerla es principalmente cuestión de suerte. Así que creo que un primer movimiento que debes efectuar para dar sentido a la RBU es aflojar el esquema de propiedad individual del dinero de tu sueldo.

            El dinero de mi sueldo ciertamente aparece como un buen candidato para la propiedad individual. He trabajado duro para conseguir lo que tengo, y esto está a la cabeza de la intuición de que cada penique de mi sueldo es mío, no debería ser dado a otra gente sin un servicio recíproco específico reembolsado. Supuse que debería admitir de mala gana que tengo algo de ayuda de otros en ganar mi salario como académico -quiero decir que esto no es todo mi propio sudor. Siguiendo la lógica de la propiedad individual, debería realmente haber pagado por esas aportaciones en el momento de su uso, pero sea como fuere no siempre lo hice. Está el lenguaje computacional estadístico R, la columna vertebral de toda mi investigación; desarrollado por gente que no conocía y disponible gratuitamente sin levantar un dedo. Quizá cada libra que gano se deba realmente a la Fundación R para Programación Estadística. Entonces, pensándolo ahora, está la computadora misma, desarrollada por una combinación de inversión pública y privada principalmente antes de que yo naciera. Es impensable que pudiera ser un profesor moderno productivo sin esta aportación disponible. Así que realmente debería atribuir 2 libras de cada libra que gano por haber hecho eso posible. Pensándolo bien, no podría realmente ganar nada como profesor sin la existencia de una sociedad rica en la cual suficientes personas están liberadas de actividades diarias de subsistencia como para querer gastar su tiempo estudiando ciencia del comportamiento. Así que supongo que debo a la Revolución Industrial digamos 5 libras; y por consiguiente otras 3 libras a aquellos europeos que inventaron un sistema de universidades bastante bueno para que estudiantes vengan a estudiar. Oh, y hago uso del método científico muy a menudo (digamos 4 libras distribuidas a través de un amplio rango de personas en muchos países a partir del último par de siglos, y otras 2 libras específicamente para el trabajo intelectual que creó mi disciplina). Y un par de peniques para los filósofos de la Ilustración; sin ellos, para hacer un mundo mejor para mi especie, sería en el mejor de los casos un cura con bajo salario. Y entonces están los romanos. ¿Qué hicieron los romanos por mí? Bueno, está el saneamiento. Y las calzadas...

            En cuanto completamos este ejercicio, estamos forzados a conceder que lo que parece mi dinero solo cumple parte de todos los indicadores de la propiedad individual (mi trabajo individual lo produjo). En gran parte, se trata de extraordinaria evolución cultural acumulativa. Solo tuve suerte de nacer dentro de una herencia cultural y tecnológica compartida. No puedo devolver todas esas partes cuyas actividades culturales contribuyeron a mi suerte, teniendo en cuenta que muchas de ellas quedaron atrás (y, en cualquier caso, son innumerables y diversas). Pero, aceptando que lo que gano en parte se debe a una extraordinaria creación social por parte de toda una sociedad pasada, cuyo uso y alcance es difícil de controlar, y adquiero por pura suerte, se amaina la intuición de que todo mi dinero me pertenece exclusivamente a mí. Este es un pequeño paso, del «una parte de lo que recibo de la sociedad se debe a nuestros comunes, enorme fortuna social difícil de controlar» al «una parte de lo que recibo debería ser repartido».

Así, pues, ahora pasamos a la parte sobre por qué debería dar nada a extraños sin requerirles pagar ningún costo particular a cambio. Un argumento popular a favor de la RBU, el cual vuelve a Thomas Paine, es que la gente debería ser recompensada por la herencia natural que se le ha enajenado. La tierra ha sido cercada y privatizada; el agua ha sido embotellada y vendida; no puedes talar los árboles, cazar o construir una casa donde tú quieras, como hubieras sido capaz de hacer en los albores de la sociedad. La RBU es la recompensa -el derecho, si quieres decirlo así, a una herencia que fue una vez compartida socialmente pero que ha sido consumida por la civilización-. Este razonamiento está bien, pero es un poco delicado y filosófico. Yo prefiero un conjunto de argumentos diferentes hacia el futuro.

Primero, las ayudas sociales de algún tipo son necesarias y controlarlas bajo el sistema actual es realmente costoso. El gobierno británico anunció que es necesario revisar si las reglas de solicitud de ayuda por discapacidad han sido aplicadas correctamente a los últimos solicitantes.[19] Esta revisión está estimada que cueste 3'7 mil millones de libras. Esto es suficiente para dar mi RBU propuesta a todos en la ciudad de Hexham durante 8 años. No el costo de la ayuda, no el costo de administrar la ayuda, solo el costo de una revisión de si la ayuda ha sido de hecho correctamente administrada, por una ayuda que solo una pequeña porción de la población británica solicita. Súbelo de escala y apreciarás la locura de cómo administramos actualmente las partidas sociales.

Segundo, hago obtener toda clase de pagos del bienestar de los demás, incluso de extraños. ¿Qué hacen ellos? Bueno, yo disfruto paseando por mi ciudad. Disfruto viviendo en una bonita y ordenada ciudad. Disfruto yendo al teatro. Si mi conciudadano estuviera tan hambriento y desesperado que pasara a asaltar a sus colegas, destruir la propiedad, no cuidar los jardines y abandonar las artes, mi bienestar personal sería directamente reducido. Me gusta escribir libros y dar conferencias. Está, por lo tanto, en mi interés directo que tantas personas como sea posible tengan los recursos para leerlos o atenderlas. Los negocios solo pueden florecer si hay gente en condiciones de ser consumidores. Esta fue la gran perspicacia de Henry T. Ford: se dio cuenta de que podría hacer realmente mucho dinero si pagaba a sus trabajadores lo suficiente como para ser capaces de comprar sus coches. Este es el tipo de truco del esquema Ponzi inverso, o máquina de movimiento perpetuo, del moderno capitalismo de consumo: los que están en la cima de la pirámide necesitan dinero suficiente como para bajar al final de la pirámide y permitir que la gente pueda comprar bienes y servicios, lo que significa que el dinero vuelve arriba de nuevo. De otra manera, todo el asunto acaba en una abrupta detención.

Una manera de pensar sobre esto es decir que, en una comunidad, debido al carácter fundamental de la vida humana, el bienestar de cada individuo crea un beneficio contagioso para los demás. Esto es lo que los economistas llaman una externalidad positiva. Debido a los cambios en el comportamiento que adoptará mi vecino cuando no esté en graves apuros, mi vida mejora un poco cuando la suya lo hace. La mejora es muy real y sustancial, pero difícil de vincularla a un acto de mi vecino y, por lo tanto, difícil de controlar o apuntar en un libro mayor.

Tercero, disminuye el rendimiento del bienestar marginal de mantener todo mi dinero. Disminuir el rendimiento marginal significa que si los primeros cientos de libras de ingresos mejoran enormemente mi calidad de vida, entonces los siguientes cientos la mejoran algo menos, y así sucesivamente. Unos años atrás, KarthikPanchanathan, TageRai, Alan Fiske y yo produjimos un modelo simple de qué redistribución de recursos debería preferir un agente egoísta cuando hay externalidades sociales positivas y disminuye el bienestar. Imaginamos un mundo simple donde hay dos agentes, alguien más y yo. Ponemos un valor s en la externalidad positiva que llega hasta mí a medida que el bienestar de la otra persona crece por una unidad. Ahora preguntamos: si puedo decidir cómo todos los recursos disponibles son divididos, ¿qué distribución debería preferir yo? La respuesta numérica exacta depende del valor de s y del grado en el que disminuye el rendimiento marginal, pero, generalmente, el resultado es el siguiente. Debería querer mantener todo al máximo hasta el punto donde yo mismo haya salido de la parte más acusada de la curva creciente de bienestar. Por encima de eso, se vuelve racional


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