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Arabia Saudí: El fin de la fabulilla del “príncipe reformista”

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Por Alberto Negri (*)

Para Erdogan, que mantiene en la cárcel a 150 periodistas y escritores, entre ellos Ahmet Altan, condenado a cadena perpetua, el homicidio de Yamal Khashoggi ha supuesto una buena oportunidad para endosarse el gabán de la respetabilidad, hacer algún favor a los EE.UU., mostrarse firme pero no del todo malévolo con los Saud y volver a presentarse como líder del mundo mu

Erdogan quiere procesar a los agentes saudíes en Turquía: el arma del chantaje a los  Saud se torna todavía más afilada. En esto se ha convertido el caso Khashoggi, en un intrincado chantaje internacional.

Quienes han perdido la credibilidad son los saudíes, pero de rebote ha quedado oerosamente manchada también la de Washington e Israel: ¿con qué cara podrá definirse como «moderado» el régimen de Riad y presentarlo en escena como pilar, junto al Estado hebreo, de un plan de paz para Oriente Medio?

Era este el proyecto del inefable Jared Kushner, yerno de Trump de origen judío, enviado especial a la región y gran amigo del príncipe heredero Mohammed Ben  Salman. Un plan que ha quedado enterrado probablemente con el cadáver de Khashoggi.

Con este asesinato, que Erdogan ha definido «salvaje y premeditado», la rama de los  Saud hoy en el poder envía un mensaje brutal pero claro: «Como veis, estamos dispuestos a todo».

Fin de Arabia Saudí como líder del frente de los países árabes «moderados» en el que se han mecido generaciones de diplomáticos occidentales que luego iban a hacer caja a  Riad a golpe de compras e inversiones. En realidad, el frente árabe «moderado» era el que de hecho aprobaba la ocupación israelí de los territoros palestinos, el que financiaba a los yijadistas anti-chiitas, el que quería la eliminación de Irán y de Assad. El que pagaba a los terroristas para mantenerlos lejos de casa y pagaba por consiguiente a los occidentales para no lamentarse de este estado de cosas.

Ahora que ha perdido la guerra por apoderados en Siria y no logra vencer en Yemen, Arabia Saudí ita y el «frente de los moderados» del que forman parte los Emiratos - una suerte de Esparta del Golfo con 1,5 millones de habitantes y un presupuesto de Defensa semejante al italiano -  se han quitado la máscara: con tal de sobrevivir están dispuestos a hacer saltar el sistema.

El clamoroso silencio de los países árabes resulta sintomático. Más bien, el sistema está sometido a chantaje. Y el primero en ceder es justamente el presidente norteamericano Donald Trump, el cual ha anunciado que, en cualquier caso, no se van a poner en cuestión 110.000  millones de compras militares de los saudíes. No solamente. El mismo boicoteo de la «Davos del desierto» los norteamericanos lo han seguido a medias: el secretario al Tesoro Steven Mnuchin no ha participado, pero la víspera del discurso de Erdogan tuvo un largo cara a cara con el príncipe Ben Salman.

Los negocios son los negocios, y tanto que sí; más allá de las compras saudíes de . Defensa, casi una quinta parte del presupuesto militar de los EE.UU., están en juego las inversiones del Public Investment Fund saudí, que quiere llegar en su participación en "joint ventures" y sociedades occidentales a un valor de 600.000 millones de dólares de aquí al 2020.

Se entiende bien que el fondo saudí, que controla el príncipe heredero, más que poner en práctica las reformas del Reino está destinado a volver a llenar las arcas de docenas de empresas occidentales. ¿Queréis desperdiciarlo?

También en la  City londinense están preocupados. Un biznieto de Freud -Matthew Freud -, Tony Blair y un tropel de empresas de relaciones públicas con sede en Londres, están entre los consejeros del príncipe Ben Salman.

Para los Saud y sus consejeros ha llegado el momento de echarse en el diván del psicoanalista para afrontar las mentiras patológicas de las que han atiborrado en estos dos años a los medios occidentales vendiendo la fabulilla del príncipe reformista. Pero con los 600.000 millones de dólares de los saudíes se pueden liquidar los sentimientos de culpa.
Sin embargo, ¿cómo beberse el amargo cáliz saudí?

A pocos días, entre otras cosas, de la entrada en vigor, de las duras sanciones económicas y financieras de los EE.UU. contra Irán, hasta el Wall Street Journal, el diario de los negocios, se pregunta si no será cuestión de encontrarle un substituto a  Mohammed Ben Salam.

Así que, adelante, hace falta dar con un nuevo Príncipe Azul saudí que haga, si no creíble, al menos aceptable, la presencia invasiva de los saudíes en los nódulos políticos y financieros de Occidente. Y nuestra hipocresía y su dinero, los cuales mantienen en pie el trono de las dos espadas, no la religión.

(*) Alberto Negri prestigioso periodista italiano, ha sido investigador del Istituto per gli Studi degli Affari Internazionali y, entre 1987 y 2017, enviado especial y corresponsal de guerra para el diario económico Il Sole 24 Ore en Oriente Medio, África, Asia Central y los Balcanes. En 2007 recibió el premio Maria Grazia Cutuli de periodismo internacional y en 2015 el premio Colombe per la Pace. Su último libro publicado es Il musulmano errante. Storia degli alauiti e dei misteri del Medio Oriente, galardonado con el Premio Capalbio.

Fuente: il manifesto, 23 de octubre de 2018

Traducción: Lucas Antón


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