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¿Socialdemócratas?

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Por Esteban Valenti (*)

Obviamente cada uno individualmente y como fuerza política tiene el más pleno derecho a colocarse en las posiciones y referencias históricas e internacionales que considere adecuada a su identidad. Es una definición ideológica y política con muchas variantes que se han enriquecido y cambiado a lo largo de la historia.

En la actualidad la socialdemocracia refiere a los partidos que sobre todo en Europa se definen de centro izquierda, y se proponen establecer un gobierno socialista democrático mediante cambios graduales para promover la justicia social en el marco de una economía capitalista, en una democracia representativa y con el objetivo de construir un estado del bienestar. Están en plena crisis.

Su historia, desde su fundación en 1848 hasta la fecha ha sido muy tormentosa, con corrientes muy diversas que incluyeron desde algunas muy reformistas hasta los propios bolcheviques que originalmente se llamaron el Partido Social Demócrata Obrero Ruso (PSDOR). De ese origen común se fueron separando las diferentes tendencias. No voy a intentar glosar siquiera la larga y rica historia. Y también tormentosa. Los debates entre los socialdemócratas nunca fueron muy afectuosos.

Hoy en día queda en pie una sola de las Internacionales, la socialista, mientras que las otras numeradas de la primera a la cuarta, fueron desapareciendo paulatinamente.

En estos días el término y el concepto ha vuelto a ponerse en circulación en la política uruguaya, a través del proyecto del Partido Independiente de formar un espacio socialdemócrata. Con ese propósito convocó a diversas fuerzas políticas y personas a diversos debates. Yo he participado en varias de esas iniciativas y voy a repetir una vez más un concepto al que le doy importancia: yo no me siento socialdemócrata, en ningún sentido. Dicho esto con todo respeto para los compañeros uruguayos y de otras nacionalidades que se definen de ese modo.

Incluso en la nueva formación que estamos tratando de darle forma y contenido, nosotros los Navegantes hemos discutido el concepto y si bien es posible que haya personas que si se sientan socialdemócratas, creo interpretar a la mayoría si afirmo que no es el rasgo distintivo de nuestra agrupación, sobre todo porque nos parece superado y restrictivo de un análisis más de fondo de las causas de las horrendas desigualdades a nivel global y de las posibles alternativas.

Por ese motivo, nos parece obvio que si efectivamente formamos algo en común debe definirse a partir de un concepto que nos defina y nos contenga a todos, sin excluir los que se consideren socialcristianos, socialdemócratas, batllistas, nacionalistas o independientes. Hay algo que tenemos claro no somos un grupo ni de derecha ni de centro derecha, la definición básica es que somos de izquierda democrática y de centro izquierda. Más allá de ese discurso siempre subyacente de que las ideologías han desaparecido y ya no existen las posiciones ideológicas tradicionales, para nosotros, no como politólogos, sino como militantes políticos nos definimos de izquierda.

Una primera diferenciación, la socialdemocracia es de centro izquierda en todo el mundo. Y los navegantes somos y queremos ser de izquierda, le agregamos democráticos, porque es notorio que en la también atormentada historia de la izquierda, incluso en nuestro país, el nivel de apego a la democracia ha tenido matices y grandes diferencias. Y las siguen tendiendo, incluso al nivel de poner en discusión el propio carácter de izquierda. Me refiero al apoyo a los gobiernos dictatoriales de Venezuela y de Nicaragua. 

Hay otro enfoque que también tiene que ver con la propia identidad de izquierda, es la actitud ante la corrupción y la inmoralidad. No hay la más mínima coherencia en el objetivo de redistribuir con más justicia la riqueza en la sociedad, con la convivencia e incluso la práctica desenfrenada de la corrupción, del uso de los recursos del Estado, es decir aportados por todos, para enriquecerse personalmente, o como partidos y organizaciones o familias. Eso no tiene nada que ver con la buena y verdadera historia de la izquierda. La niega, la refriega en el barro.

La corrupción, en estos tiempos turbulentos, junto con la violencia y el delito organizado - muchas veces emparentados -  son los principales enemigos de la democracia y de la libertad de los pueblos. Los ejemplos se multiplican en todas las latitudes, pero en especial en América Latina.

Las grandes conquistas democráticas y sociales que obtuvimos a finales de los años 90, inaugurando un ciclo de grandes reformas, de gobiernos progresistas, de derrota de las fuerzas de derechas entronizadas en el poder durante siglos, se está revirtiendo dramáticamente y una de las causas más evidentes es la corrupción, su práctica e incluso su ideología de que el dinero, los petrodólares o los dólares Odebrecht o los saqueos Kirchner, trataron incluso de construir su propio discurso. Hasta en el Uruguay, donde la corrupción no alcanzó ni de cerca esos niveles, detrás del desastre ANCAP-ALUR se intenta construir un relato justificativo.

Por ello lo reafirmamos, somos izquierda democrática, quiere decir obligatoriamente una izquierda que coloca la ética en el primer plano de su propia identidad, para poder sostener la batalla por la igualdad de oportunidades, el combate a favor de los más desfavorecidos y explotados y por la más plena libertad, incluso la libertad de la necesidad. La ética y la moral en estos tiempos tiene una épica propia ante el mundo del escándalo y de las coimas generalizadas.

Tenemos una visión crítica de la experiencia socialdemócrata en  el actual momento de Europa, la crisis que viven estas fuerzas en muchos países y queremos seguir analizando sus causas, se puede decir que la profundidad de los cambios sociales, económicos, políticos y culturales requieren cambios más radicales, es decir que vayan a las raíces de las causas de la explotación de los seres humanos. La socialdemocracia está en crisis, los estados del bienestar están en crisis y no creemos que la solución sea retroceder, ceder terreno ante las fuerzas conservadoras y renunciar a posiciones humanistas, de solidaridad y de sensibilidad social.

En Uruguay tenemos además una experiencia histórica que muestra que alcanzamos niveles de desarrollo, de leyes sociales,  de la democracia, de los derechos ciudadanos con el Batllismo, que no se definía socialdemocracia, y sin embargo alcanzó un estado del bienestar realmente avanzado para su tiempo e incluso para el nuestro. Podemos ir más adelante, el programa de Wilson FerreriraAldunate "Mi compromiso con usted" tienen también un carácter profundamente avanzado y progresista. Hoy es más avanzado que cualquiera de los actuales programas partidarios. de los derechos ciudadanos  naturalmente reafirmamos nuestra referencia con el seregnismo, sobre todo con su compromiso social, político, cultural e ideal con la democracia y con las moral pública, hoy tan vapuleada dentro del Frente Amplio.

También por ello en nuestras alianzas, esa es una de nuestras condiciones excluyentes, no queremos compartir proyectos y objetivos aún en medio de diferencias y debates, con políticos comprometidos con la corrupción, que la toleran, que la han defendido, ni defensores de dictadores que además son el paradigma de la corrupción. No nos sentimos más que nadie, pero en ese tema no tranzamos.

La corrupción y el ataque a la democracia han afectado seriamente incluso los conceptos de izquierda y de progresismo, pero no podemos aceptar de ninguna manera que desviaciones morales, éticas y legales puedan aceptarse como una condición de otras definiciones básicas. Se puede ser corruptos en democracia (Argentina y Brasil) y en dictaduras feroces (Venezuela y Nicaragua) o en el Uruguay de la dictadura cívico militar de 1973-1984, o en el Chile de Pinochet y muchas otras tiranías que mancharon la historia de nuestro continente. México es el emblema de un país que no ha sufrido golpes de estado, pero mantiene los niveles más altos de corrupción de la región durante décadas y con gobiernos de diferentes partidos.

Por ello no aceptamos que se enlode el concepto de izquierda o de progresismo, como no es justo asociar mecánicamente a la derecha con la corrupción. Son dos elementos diferentes, que pueden o no coincidir. En política las simplificaciones y las groserías siempre empobrecen los debates.

Los problemas importantes que afronta el Uruguay, no se acaban con la corrupción, pero tiene un punto clave por su relación con la reforma del estado, con las medidas legales, institucionales, y políticas para combatirla y extirparla, pero las exigencias van mucho más allá y requieren otras definiciones programáticas. Por eso nos proponemos un objetivo muy ambicioso, combatir contra el nuevo bipartidismo.

Hay dos maneras de derrotar el bipartidismo, Frente Amplio y Blancos-Colorados, formar otras fuerzas alternativas, pero también asumir que el cuadro político que saldrá de las próximas elecciones será radicalmente diferente al actual, y que el país más que nunca necesitará apelar a lo mejor que tiene a nivel de la sociedad civil, de la cultura, de la profesionalidad, pero también de la política. También será muy diferente a nivel regional...

Nadie tiene hoy el monopolio de la verdad y de las soluciones y una de las razones por las cuales la política está en crisis, y hay tanta gente descorazonada y alejada de los partidos, es porque percibe que hacen falta una visión nacional, mucho más generosa y abierta.

(*) Periodista, escritor, militante  político, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay


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