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Los nuevos monstruos

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Por Esteban Valenti (*)
"El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer.

Y en ese claroscuro surgen los monstruos"

Antonio Gramsci

Lo que no está claro es si el viejo mundo muere, también podría estar empeorando, lo verdadero e indiscutible es que los monstruos surgen por doquier, en Europa, en Asia y en América del Norte y en América Latina.

Y monstruos de diferentes especies, algunos declaradamente fascistas, que no ocultan en absoluto sus posiciones antidemocráticas, golpistas, homofóbicas, racistas y clasistas, como en el caso del candidato y posible presidente del Brasil, Joel Bolsonaro. Otros como los que se proclaman de izquierda, los dictadores Nicolás Maduro y la pareja Ortega en Nicaragua.

En Europa hay de variados tipos, como MatteoSalvini ministro del interior de Italia que junto con la líder de la ultraderecha francesa Marine Le Pen se han lanzado al asalto de la Unión Europea. Y están bien acompañados, por el  primer ministro húngaro, ViktorOrban y el gobierno polaco va por el mismo camino atentando contra la separación de poderes. El avance de la ultra derecha se ha dado en Austria, en Croacia y en mucho otros países.  En Filipinas el presidente Rodrigo Duterte, acusado entre otros crímenes de mandar asesinar a su propio hijo es un fascista confeso.

En los Estados Unidos asistimos no solo a la elección de Donald Trump, para el que sobran los adjetivos, sino su avance sobre el Tribunal Superior de Justicia, contra los medios de prensa y con su guerra comercial con China, Europa y medio planeta. Y que tiene grandes posibilidades de ser reelecto al final de su segundo mandato.

Nunca en la historia de este país se habían conocido escándalos y denuncias impunes como durante el gobierno de Trump. Y él inmutable.

La suma de estos procesos da su verdadera dimensión y los peligros políticos, bélicos, económicos que afrontamos a nivel global, pero no siempre le dedicamos la suficiente atención a los extremos peligros culturales y civilizatorios. Es una mancha parda de diversas tonalidades que avanza incansable desde hace varios años.

Teniendo en cuenta experiencias anteriores, en el siglo XX, lo primero que hay que hacer es manejar adecuadamente los matices, no toda la derecha y menos aún la centro derecha es igual, ni siquiera se podría decir que ciertas dictaduras de izquierda, como la de Corea del Norte sean iguales a su propio pasado. Lo que nos quita toda autenticidad y credibilidad en el análisis, si nos horrorizamos por Bolsonaro y elogiamos y defendemos a Maduro, o hacemos un concurso de que dictaduras no son suficientemente condenadas.

La batalla por la democracia a nivel mundial, por los organismos internacionales y multilaterales - aún con sus defectos y críticas - es hoy la principal batalla de la humanidad y contra los actuales monstruos y sus posibles continuadores. Ya es una tendencia que tienta a muchos personajes en diversas partes del mundo.

Los huevos que están dando a luz estos siniestros personajes no son una casualidad histórica, un accidente, reclaman un análisis de las causas profundas de su existencia y diseminación.

Es notorio que a nivel mundial se ha debilitado el debate, la lucha ideológica y cultural a favor de la democracia y de la libertad y han crecido los mensajes de la necesidad de los "salvadores" del orden, de la seguridad ante la amenaza de los "otros", de los refugiados, de los migrantes, de los diferentes.Y a eso se agregó el factor del peligro terrorista.

Existe una combinación de procesos que han contribuido a este cambio del eje sobre el que rota la cultura política dominante en el mundo, por un lado la multiplicidad de guerras, desatadas siempre por "occidente" para protegerse y para asegurar su tranquilidad, han provocado las enormes mareas migratorias y de refugiados. El "las culpas" que en Europa en los años 30 fueron atribuidos a los judíos, ahora se han desplazado hacia los refugiados en Europa y en los Estados Unidos.

Peligros ante las incertidumbres económicas y las crisis, el desempleo y  la inseguridad y contra el terrorismo y la delincuencia organizada. Utilizando alguna de estas banderas, o todas juntas, los monstruos han construido sus discursos y sus catapultas hacia el poder.

Las fuerzas progresistas, auténticamente democráticas de centro izquierda e incluso de la derecha tradicional y la propia izquierda, no han logrado valorar el peligro que estamos afrontando, que no se explica ni menos se resuelve simplemente con los ciclos históricos, necesita construir barreras apropiadas y alternativas.

Nadie debería dudar que Angela Merkel, primer ministro de Alemania y de una formación política de derecha, es hoy el principal dique en ese país y en buena parte de Europa ante el avance de los ultraderechistas y neofascistas. No es un matiz, es aprender de la historia.

Hay otra bandera que los monstruos agitan con verdadera pasión, la lucha contra los sistemas políticos tradicionales a través de la denuncia y de los escándalos de corrupción, que se suceden con una frecuencia y gravedad que asustan. La corrupción es el mayor enemigo actual de la democracia y  de la libertad y de un mundo civilizado y vivible.

Las reacciones de parte de las democracias ante dos fenómenos emparentados y entrelazados han sido tenues y parciales. Me refiero contra la corrupción y contra el delito organizado. Viejas leyes, viejas recetas, para nuevos y procesos mucho más graves y peligrosos.

Para construir un nuevo relato, para un nuevo impulso democrático más universal y fuerte, hacen falta además de nuevas ideas, nuevos líderes dispuestos a jugarse, también nuevos instrumentos para derrotar la corrupción y el delito organizado.

Evocando simplemente el pasado, desempolvando las viejas ideas no lograremos contener estos desbordes. Y eso vale para el mundo, para América Latina y para el Uruguay.

Durante la próxima campaña electoral, podremos asistir a la radiografía de la profundidad del compromiso democrático de cada una de las fuerzas políticas uruguayas. La democracia no se la puede mirar y construir con uno solo ojo, ni con el derecho, ni con el izquierdo, necesita de todas las energías nacionales.

Los nuevos monstruos tienen una tendencia natural a unirse, a iniciar campañas conjuntas contra la Unión Europea, contra las Naciones Unidas, contra el comercio mundial, contra los refugiados y contra la democracia en sus bases institucionales y culturales.

Y en todos los casos estos procesos se han basado en elecciones libres, con el voto mayoritario de los ciudadanos, no en golpes de estado, al menos al inicio, como en el caso de Venezuela y Nicaragua, lo que demuestra que son procesos con un fuerte impacto social y cultural en los pueblos.

La actual situación, que cambia en forma permanente de calidad y de peligrosidad debería convocar a un amplio espectro de fuerzas políticas, intelectuales, sociales a la batalla por la democracia, lo que también implica necesariamente, obligatoriamente a la lucha frontal y sin cuartel contra la corrupción y contra el crimen organizado.

Los nuevos monstruos no se derrotan con viejas recetas y con ideas timoratas en cuanto a la amplitud del frente democrático necesario para enfrentar estos peligros, ni siquiera esperando con paciencia las construcciones ideológicas y teóricas sobre nuevos mundos mejores y totales.

"El mal no es nunca "radical", sólo es extremo, y carece de toda profundidad y de cualquier dimensión demoníaca. Puede crecer desmesuradamente y reducir todo el mundo a escombros precisamente porque se extiende como un hongo por la superficie". Escribía Hannah Arendt. Y es por eso que el bien requiere de una base "radical", en el pensamiento y en la acción.

(*) Periodista, escritor, militante político, director de UYPRESS y de BITACORA. Uruguay.


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